Una muerte solitaria, de Craig Johnson

16/05/2016

una muerte solitaria

 

La primera entrega del sheriff Walt Longmire ya dejaba bien claro que Craig Johnson era un tipo que hacía las cosas bien. Muy bien. Ya dejé claro que Longmire me seducía por completo y que me rendí al ritmo, pausado y reflexivo de Fría vengaza; a su humor negro, su ironía y sus personajes tan bien perfilados, profundos y en ocasiones excéntricos. Qué demonios, no sé quién está más chiflado de toda la panda.

No me he podido sacar de la cabeza la manera de tomarse las cosas de Longmire y no me he podido sacar de la cabeza a Vic. Dios mío. Supongo que eso es lo que se busca, hacer que al lector le quede un remanente, una sensación, unas cuantas imágenes. Johnson lo ha conseguido. Con la primera y con esta segunda. Los personajes ya son míos, ya los considero míos. Los escenarios, las costumbres, los dejes. El mal humor de casi todos, los exabruptos, la fina ironía. La cálida sensación de entenderse con una mirada. La complicidad. El sentimiento de ser parte de una pequeña familia.

Mientras todo el mundo te dice una y otra vez que la soledad no es humana, que hay que rodearse de gente y ser participativo, yo solo puedo pensar en Longmire, en Vic, en Rubi y en Lucian, que están prácticamente solos y solo se tienen los unos a otros. Porque lo que de verdad sería extraordinario –en mi vida, en la de cualquiera- sería alcanzar el nivel de complicidad de esa oficina del Sheriff, esa camaradería, ese pertenecer que da sentido a la vida.

Si en Fría venganza conocimos en profundidad la cultura de los de indios Cheyenne, Johnson se deja caer en esta novela con la cultura vasca -la española, si-. Solo que de un reducto de vascos venidos de Francia que fue a parar a Wyoming.

Una anciana de origen vasco fallece en la residencia de Durant. Nada extraño. Pero Lucian, nuestro antiguo sheriff e inquilino del centro, llama a Longmire para que investigue el asunto, ya que él cree que ha no ha muerto de manera natural. Como no podía ser de otra manera eso desata no solo una investigación donde saldrán a la luz innumerables claro-oscuros del pasado de Mari Baroja –que así se llama la fallecida-, sino que también ara florecer unos cuantos secretos bastante jugosos de Lucian, de los que Longmire no tenía ni la menor idea.

Una muerte solitaria es de nuevo una novela de personajes, una novela de vidas; de pasados y presentes. Johnson hace investigar a Longmire un caso de hace cincuenta años y sacar a la luz un montón de rencillas, odios e intereses. Y lo hace como la primera vez, con tranquilidad y una fluidez exquisita, con reflexiones de sus protagonistas y mostrando la cara más humana de sus personajes. Sin olvidar ese humor negro y esa fina ironía que lo impregna todo y que maneja de manera soberbia.

Además, sin entrar mucho en detalles, Johnson agrandara el equipo de la oficina del sheriff con nuevas incorporaciones. Solo diré que es una decisión acertadísima y que va a dar mucho juego.

Por segunda vez Johnson me deja un montón de imágenes en la retina y una extraña sensación de calma al terminar una de sus novelas. Todo en orden.

Una muerte solitaria

Craig Johnson

Siruela 2013

312 páginas

Cold Cold Ground, de Adrian McKinty

11/04/2016

9788420612058

¨…a lo largo de los años docenas de policías habían muerto a causa de una bomba-trampa. Era una táctica clásica del IRA. Llamabas para dar una información de un asesinato, la policía iba a investigar y tropezaban con una bomba-trampa o los mismos terroristas detonaban a distancia una mina terrestre o una granada de mano casera. A veces plantaban un artefacto con temporizador en un coche aparcado en la calle y así también se cargaban a los del equipo de rescate.¨

Irlanda es una de mis pasiones, seguro que ya os lo he contado por aquí alguna vez, pero como soy un desastre lo repito, es un lugar al que me marcharía a vivir sin pensarlo demasiado. En uno de los momentos más duros de mi vida y al borde del colapso, decidí escapar unos días a Dublín con uno de mis mejores amigos, a recargar pilas y olvidar un poco el mundo. Recorrimos durante diez días muchos rincones de Irlanda, vimos focas, ciervos, bebimos toda la Guinness que fuimos capaces e hice un poco las paces con el mundo. Por supuesto, uno de los lugares de peregrinación para nosotros fue la Guinness Storehouse. Solo dejamos una cosa por hacer, visitar la zona norte.

Por tiempo y dinero no pude ir a Belfast, no pude ver sus murales dedicados al IRA, no pude respirar el ambiente que hay en los diferentes barrios según sean sus creencias, no pude ver las heridas de años de guerra de guerrillas, de atentados. Puede sonar tétrico, pero tengo una fijación por la historia de Irlanda en general y por la de Irlanda del Norte en particular, no soy partidario de terrorismo ni de la violencia, pero la situación de esa parte de Irlanda me fascina. Quizá sea por ser catalán y entender de primera mano lo que es que otro país te tenga sometido a sus reglas.

A lo que vamos. Cuando descubrí la novela de McKinty tuve que comprarla, una trama ambientada en Irlanda del Norte a principios de los 80, en pleno conflicto entre católicos y protestantes, en pleno apogeo del IRA. Era demasiado bueno para no leerlo.

Cold Cold Ground, título que McKinty coge directamente de la canción de Tom Waits, es la primera entrega de la serie del detective Sean Duffy; un tipo un poco arrogante, seguro de sí mismo y sin miedo, nada que ver con todos esos detectives oscuros, alcohólicos y deprimidos. Y lo mejor, Duffy es católico, algo bastante suicida dentro de las filas de la RUC (Policía real del Ulster).

 Os pongo en situación. Irlanda del Norte pertenece al Reino Unido desde 1921. Un par de siglos atrás, los nobles irlandeses habían salido huyendo tras perder la guerra contra Isabel I y sus casas y tierras fueron ocupadas  por los colonos escoceses e ingleses que habían llegado a la isla. Con el tiempo y la presión no exenta de violencia, los nuevos colonos, protestantes y unionistas, ganaron terreno y dejaron en minoría a los católicos irlandeses. En 1921 y tras muchas tensiones entre republicanos irlandeses y unionistas ingleses se votó en referéndum el futuro de Irlanda; los seis condados que forman Irlanda del Norte y que están bajo la corona del Reino Unido por un lado y el resto de la isla que formaba el Estado Libre de Irlanda por otro, o una única Irlanda libre y fuera de la de la corona inglesa. La mayoría de votos en Irlanda del norte fue protestante-unionista y de esa manera Irlanda se partió en dos.

Desde entonces los republicanos, en su mayoría católicos,  no han dejado de pedir la independencia y la vuelta a una Irlanda libre, unida y fuera de la corona británica. Lo más visible de este conflicto que ha durado años son los atentados del IRA (Ejército republicano Irlandés) y su brazo político el Sinn Féin. Pero también hay que contar con los atentados de los unionistas, igual de violentos y sangrientos, formados por grupos paramilitares como el KAI (Kill all Irish), el UVF (Ulster Volunteer Force), el UFF (Ulster Freedom Fighters) o el UDA (Ulster Defence Asociation).

La acción de Cold Cold Ground está ambientada en 1981, principalmente en Carrickfergus, en el condado de Antrim, uno de los seis que forman Irlanda del Norte. Aunque también veremos Belfast, Derry y Larne, entre otros lugares. A principios de los ochenta los atentados son constantes en los dos bandos, el escenario es brutal. Las ciudades se dividen en barrios protestantes y barrios católicos. Para la policía entrar en un barrio católico es exponerse a ser tiroteados, barridos a pedradas, bombardeados  o incluso sacados de los coches y ejecutados. La RUC es la policía inglesa y para los republicanos, católicos y simpatizantes y miembros del IRA son el enemigo a batir.

 ¨Otros dos fuertes impactos en el flanco del Land Rover y balas perdidas resonando contra el pavimento. En un principio la Divis Tower y todo el complejo de viviendas de los Divis Flats pretendían ser un proyecto modelo de recuperación y mejora de barrios deprimidos, pero rápidamente degeneró y se convirtió en un gueto de varios pisos, totalmente controlado por el IRA.

-¿Qué cojones es eso? –gritó Brennan

-Ametralladora calibre cincuenta, jefe-respondió con placidez el sargento Mccallister.-Las vi en el ejército. Inconfundibles.

-¡Madre mía! ¿Y pueden hacer un agujero en la chapa blindada?- preguntó Brennan.

-Tal vez. La verdad es que no lo sé- repuso McCallister.¨

Sean Duffy es católico y trabaja para la RUC, así que es un blanco muy preciado tanto para el IRA, que lo considera un traidor, como para los unionistas que lo odian por católico. Por si fuera poco Duffy vive en un barrio protestante y tiene como vecino a uno de los cabecillas de una de las facciones terroristas más sangrientas de los unionistas.

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Mural unionista de la UDA

En ese escenario aparece un tipo muerto con una de las manos amputada y tirada a sus pies. Le dan el caso al detective Duffy, que acaba de ser trasladado a esta comisaría. A los pocos días de este asesinato, encuentran otro tipo muerto en su casa, le han pegado un tiro y también le han cortado una de las manos. Este segundo tipo resulta ser un conocido homosexual de la zona, y tras hacer las autopsias pertinentes e investigar un poco, Duffy se da cuenta de los dos tipos eran homosexuales. Cabe decir, que en aquella época, ser homosexual en Irlanda del Norte estaba prohibido por ley…

Inmerso en estos dos asesinatos, a Duffy también le darán a investigar el suicidio de una chica que ha aparecido colgada de un árbol en una zona de bosque a las afueras de la ciudad. Pero lo que en un principio parece un suicidio no le cuadrara demasiado al detective cuando empiece a remover un poco la vida de la chica.

La trama es básicamente un procedimental donde Duffy ira reuniendo pistas sobre los asesinatos y el suicidio. Pero no es una novela policíaca al uso, puesto que la historia está cargada de contenido social por los cuatro costados. McKinty nos cuenta, entre otras cosas, las huelgas constantes que había en aquella época; de trabajadores de las centrales eléctricas que cortan el suministro a las casas a cualquier hora del día o de la noche, huelgas de los mineros, huelgas de los trabajadores de fábricas colindantes. Huelgas de hambre de presos políticos, el enorme número de parados que hay en las ciudades y el malestar que hay en la sociedad y el incremento de la violencia en las calles.

 McKinty no se limita a contar simplemente una historia, si no que cuenta además una parte de la historia de Irlanda del Norte, donde el escenario es uno de sus puntales; su historia, su gente, sus creencias y su idiosincrasia.

En general, Cold Cold Ground es una buena historia, una novela con un estilo sencillo y directo, con toques de humor y con un protagonista que en un escenario así no puede ser de otra manera, un tipo que relativiza su entorno, que sabe que cualquier día puede ser el último y que no se olvida, eso sí, de mirar siempre debajo de su BMW por si acaso. Lástima que en la última parte de la novela, el personaje se le va de las manos a McKinty y pierda un poco la esencia del principio y se convierta en una especie de arquetipo de súper héroe…pero es solo al final…y casi no se nota.

Cold Cold Ground es la primera de las cinco novelas de la serie del detective Sean Duffy, de las cuales en España Alianza ha publicado las tres primeras, de momento.

Adrian McKinty nació en Belfast en 1968 y creció en Carrickfergus, ha estudiado derecho en la Universidad de Warwick y política y filosofía en la Universidad de Oxford. En 1990 se trasladó a los Estados Unidos donde ha vivido en Harlem, Nueva York y Denver. Ha trabajado de camarero, vendedor,  guardia de seguridad, barman, dependiente de una librería, entrenador de rugby, profesor de inglés y bibliotecario. Desde 2008 vive en St Kilda, Melbourne, Australia.

Cold Cold Ground

Adrian McKinty

Alianza Ed. 2014

430 páginas.

 

La fábrica de animales, Edward Bunker

29/03/2016

9788493805173

Mucho tiempo llevaba yo sin leer nada del señor Bunker. Alguna vez he dicho por aquí que tengo en casa Perro come perro, pero que anímicamente aún no me atrevo con esa novela. Que igual cuando la lea me siento un estúpido por no leerla antes, ojo. El caso es que hace unos días tuve la oportunidad de hacerme con las novelas que me faltaban de Bunker (La fábrica de animales, Stark y Little boy blue) a través de una librera de confianza, y no desaproveché la oportunidad.

Ese mismo día me puse a leer La fábrica de animales, la segunda novela que publicó Bunker. La trama carcelera me apetecía como contrapunto a lo que estoy leyendo últimamente.

Cárceles no faltan en las novelas de Bunker, lo vemos en No hay bestia tan feroz, en Little boy blue, en Perro come perro y en los relatos reunidos en Huida del corredor de la muerte. Salvo en estos últimos relatos, todos centrados en la cárcel, en el resto de sus novelas la prisión está pero no es el eje principal de la trama. Y por supuesto hay cárcel en La fábrica de animales, donde todo ocurre en el interior de San Quintín.

Bunker conocía bien San Quintín, pasó allí encerrado algún tiempo, allí y en Folsom. Así que no sorprende lo bien que describe cada celda, cada pasillo, cada rincón de una de las prisiones más peligrosas de aquella época. La fábrica de animales es mucho más que una historia de presidiarios; es un tratado de supervivencia, una reflexión sobre el odio racial, un anhelo constante de la libertad, una enorme y  contundente denuncia al sistema penitenciario y sus reglas.

Bunker divide la novela en dos tramas, en dos personajes; Ron Decker fuera de prisión y Earl Coopen dentro. Al menos así empieza la historia, porque con el paso de las páginas las dos tramas convergen y se convierten en una sola cuando al joven Decker lo metan entre rejas y conozca a Coopen. Ron es joven y guapo, algo peligroso en la cárcel, Earl es un veterano de San Quintín, y un viejo según los cánones de la prisión. Entre los dos hombres se forjara una amistad sincera y no exenta de matices. Para Ron, Earl es un guía, un protector, una figura casi paterna y un amigo donde la vida no vale absolutamente nada. Para Earl, el chico es una motivación, algo que le hace sentirse humano en un mundo de bestias, una vida joven que aún puede salvarse. Pero también es alguien a quien querer y cuidar sin que eso conlleve connotaciones sexuales (no siempre al menos), en las cárceles los sentimientos y los géneros se difuminan y el amor adopta multitud de caras.

Bunker no construye una grandísima trama, La fábrica de animales parece ser más una inmensa reflexión, una pequeña historia cargada de mensaje(s), ganas de contar lo que allí dentro sucede, que sencillamente una novela más. Las novelas de Bunker son todas un poco así. Pero en este caso desde las primeras páginas Bunker no se anda con tonterías y ataca las instituciones penitenciarias con fiereza.

Bunker arremete contra todo, como ya he dicho denuncia sistemáticamente las instituciones penitenciarias, tanto San Quintín como Foslom y Soledad,  pero denuncia también el sistema judicial, al que acusa de ineficaz, hipócrita y de simple fachada sin ningún interés en la reinserción de los presos, denuncia el racismo que se promueve en el interior de las cárceles (recordemos, años 70, conflictos raciales en máximo esplendor), denuncia tanto el trato como el estado de los presos en el interior de San Quintín.

-Aquí dentro hay unos cuantos programas muy buenos –dijo el lugarteniente-. Tú mismo, puedes perder el tiempo o aprovecharlo. Aprende un oficio, ve a clase, métete en algún grupo. No estamos aquí para joderte la vida. Si tienes problemas, ven a verme. Yo te ayudaré si puedo.

Ron asintió con la cabeza, como si aceptara realmente el consejo, aunque en realidad le hubiera gustado preguntarles por el tiroteo homicida y sin sentido, y las palizas del patio de abajo. ¿Lo habían hecho para ¨ayudar¨?

Y todo eso lo hace con un estilo limpio y sereno, rico en palabras, matices y alegorías, que no deja de sorprender de un tipo que pasó un puñado de años metido entre rejas y del cual se podría esperar cierto embrutecimiento.

La fábrica de animales destila menos violencia que algunas de sus novelas más conocidas, es una historia escrita desde el resentimiento y con un mensaje quizás menos explícito visualmente pero más implícito en todos y cada uno de sus párrafos. Con unos personajes muy bien construidos, marca de la casa, a los que se llega a querer aun siendo delincuentes y convictos…

En general y vista en perspectiva, quizás sea una novelas más optimistas de Bunker, hay cierto buenismo en los personajes que choca un poco con la realidad de lo que podría ser San Quintín en aquella época. La novela desprende cierta esperanza entorno a la cárcel, parece que después de todo, Bunker quería decirnos que de algo así (y pese a todo) se puede salir. Y buena muestra de ello fue él mismo.

La fábrica de animales

Edward Bunker

Sajalín editores 2011

325 páginas.

 

Enterrad a los muertos, Louise Penny

15/03/2016

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Hace un año descubrí y descubrimos a la magnífica Louise Penny. Su novela Una revelación brutal, la quinta de la serie del inspector jefe Gamache, aterrizaba en nuestro país de la mano de la recién creada Salamandra Black. Aunque descubrir es un término un poco tramposo, puesto que ya se había publicado en España en 2009, de la mano de la extinta Factoría de ideas, Naturaleza muerta, la primera de la serie del inspector canadiense.

Al menos yo la descubrí el año pasado, porque Naturaleza muerta pasó absolutamente desapercibida y trabajo me ha costado dar con un ejemplar. Como digo, hace un año la descubrí y la reseñé, pero no para este blog, si no para la revista Fiat Lux, aquí.

Una revelación brutal me fascinó, descubrí una autora con un estilo hipnótico y un ritmo pausado y sereno que me hacía frenar para leer con atención y apreciar cada detalle de lo que me contaba. Descubrí una autora que construía un mundo con dos caras, con dos verdades, un mundo rico y detallista sin ser cargante ni farragoso, un mundo lleno de personajes igualmente bien construidos, fuertes y con personalidad. Descubrí una autora que construía tramas perfectamente ensambladas, redondas y sin un solo fleco que pulir.

Me enamore de Louise Penny. Y de su inspector jefe un poco introvertido y callado, de Threes Pines y de la bruja de Ruth.

Y Enterrad a los muertos no ha hecho más que aumentar mi pasión por esta autora. En esta nueva entrega de la serie, la sexta, Penny construye una novela absolutamente fascinante y abrumadoramente bien escrita, con tres arcos argumentales que le dan a la novela un plus de dificultad; tres argumentos sólidos, compactos e increíblemente interesantes por si solos y que, en conjunto, constituyen una historia coral que deja al lector deslumbrado y fascinado.

Pero vamos por partes. Como digo, la novela tiene tres arcos argumentales; por un lado tenemos a nuestro querido inspector jefe, que ha ido al Quebec a recuperarse de un triste suceso que se nos ira desvelando poco a poco durante la novela. Ese suceso traumático ha dejado a Gamache totalmente hundido. Con secuelas físicas notables y con secuelas anímicas aún peores. Gamache está en la pequeña Quebec en casa de su amigo y mentor Émile, donde pasa los días enfrascado en una investigación sobre la batalla de los Llanos de Abraham y La guerra de los siete años. Lo acompaña su fiel y cariñoso can Henri. Este será uno de los argumentos de la novela, que irá unido al segundo, un caso de asesinato.

Gamache pasa los días metido en la cálida y acogedora biblioteca de la Sociedad Literaria e Histórica, una sociedad inglesa creada hace más de cien años para preservar la memoria y los documentos ingleses en un país que tiene como lengua oficial el francés y en la que al menos la mitad de la población considera el Quebec un país independiente del Canadá.

Es en esa sociedad donde aparecerá asesinado Augustin Renaud, un excéntrico personaje que se cree arqueólogo y que está obsesionado con encontrar la tumba de Samuel de Champlain, el fundador de la ciudad del Quebec y la principal figura y héroe para los que quieren la independencia del pequeño país. Que se pueda encontrar al héroe de los separatistas en un edificio ingles crea un serio conflicto para las dos partes, como bien iremos viendo en la novela. El caso cae en manos del inspector Langlois, que ante la presencia de Gamache en la ciudad y su nulo dominio del inglés, le pedirá al inspector jefe ayuda para resolver el caso.

Y en tercer lugar, Penny nos vuelve a llevar a Threes Pines de la mano del inspector Beauvoir. Y aquí no puedo hablar del porqué, ya que si no habéis leído Una revelación brutal os destrozaría la novela entera. Basta decir que Gamache envía a Beauvoir de vacaciones a recuperarse (él también ha sufrido los mismos daños que Gamache) al pequeño pueblo y de paso a hacer algunas preguntas…

Esos son a grandes rasgos los tres arcos argumentales de la novela, los dos primeros se solapan y se entrelazan, y vemos a un Gamache más gris que de costumbre, algo apagado y melancólico. Al mismo tiempo asistimos a la apasionante (al menos para mí) historia del Quebec, desde su fundación en 1608 por Samuel de Champlain hasta nuestros días, con sus claroscuros, sus intentos de independencia y su minoría inglesa irreductible. Por otro lado volvemos al microcosmos de Threes Pines, con sus peculiares habitantes, sus dos verdades, sus misterios sin resolver.

Como ya hizo en Una revelación brutal, Penny vuelve a construir esos microcosmos que se le dan tan bien y de los que ya os hablé. En aquella ocasión utilizaba el pequeño pueblo de Threes Pines para dar muestra de ello y ahora, en Enterrad a los muertos, se vale de la Sociedad Literaria e Histórica. En esa sociedad que no es más que un edificio antiguo y solemne donde unos cuantos ingleses pasan las horas y los días, Penny creara uno de sus pequeños mundos propios, unas de sus sociedades con sus normas y su manera de funcionar, sus jerarquías, sus estatus. Penny vuelve a enseñarnos como es capaz de, como ella misma admite, crear una sociedad dentro de otra, una Matrioska cultural, identitaria.

Con Enterrad a los muertos, Louis Penny vuelve a traernos una novela sobresaliente, bien escrita (y excelentemente traducida por Maia Figueroa), una novela mejor que la anterior, más arriesgada, más ambiciosa, más sólida, una novela de lugares, de personajes, de sueños, de identidades, de dificultades.

Un placer anual ineludible.

Enterrad a los muertos
Louise Penny
Salamandra Black 2016
480 páginas.

Culpa, Ferdinand von Schirach

23/02/2016

Culpa

Hay pocas cosas mejores que la realidad cuando hablamos de crímenes, de odio, de venganzas, de la bajeza humana, y Ferdinand von Schirach lo sabe. Lo vive cada día en los juzgados. Abogado defensor penalista en Berlín, Schirach palpa cada día una realidad que a muchos nos incomoda y de la que preferimos vivir aislados. Asesinatos, violaciones, estafas, venganzas, injusticias, Schirach se encarga muchas veces de defender lo indefendible, o lo que a primera vista está ya sentenciado.

En 2009, Schirach decidió poner por escrito algunos de sus casos y los plasmó en Crímenes, que contiene once de los más de setecientos casos que ha defendido a lo largo de su carrera. El libro fue un éxito y estuvo cuarenta y cinco semanas entre los más vendidos en Alemania.

Un año después escribió Culpa, que contiene quince casos reales más que se encargó de defender. Culpa también fue un éxito y de nuevo fue uno de los libros más vendidos en Alemania.

Culpa es uno de esos libros incomodos de leer por la realidad que nos pone delante, que una cosa es leer ficción, y otra muy distinta es leer, ver, la cara más oscura del ser humano. Cuesta leer, por ejemplo, la violación de una jovencísima camarera que por un resbalón se derrama una jarra de cerveza encima de la camiseta y sobre sus pechos, detrás del escenario en una fiesta mayor. Y como después, un grupo de músicos borrachos, la viola en grupo para después tirarla debajo del escenario y salir a tocar sin el menor cargo de conciencia. Y aunque eso sea realmente atroz, la peor parte es la que tiene que ver con la justicia, cuando a Schirach le encargan defender a los músicos.

¨Había fotos de la joven, de su cuerpo vejado, su rostro hinchado. Nunca había visto nada igual. Sus declaraciones eran confusas, no permitían formarse una idea de lo ocurrido, cada páginas de los procedimientos dejaba traslucir la rabia, la rabia de los policías, la rabia del fiscal y la rabia de los médicos.¨

Culpa nos hace reflexionar una y otra vez sobre la propia figura de Schirach, la de abogado defensor, porque no es lo mismo defender a esos músicos que violan a una muchacha a sabiendas de que es un acto atroz y brutal, que defender a una mujer que, al parecer, ha asesinado a su marido después de diez años de soportar palizas, vejaciones y violaciones sistemáticas y que el marido amenazaba con empezar a hacer lo mismo a la hija de ambos que justo cumplía diez años en pocos días.

La justicia no tiene moral, la justicia es ciega y muchas veces sorda. Los abogados y los jueces y los jurados han de cumplir las leyes, aunque muchas veces la ley es de todo menos justa.

Schirach nos muestra en estos apenas quince casos, muchas de las caras del ser humano a las que se tiene que enfrentar, y muchas de ellas contradictorias. Defender a violadores brutales, defender a una asesina que defendía la integridad de su hija, defender a una adolescente acusada de asesinato por dejar a morir a su bebe, que ni siquiera sabía que llevaba en el vientre, fruto de ser violada por un vecino, ayudar a un hombre rico a librar a su hermano de la cárcel una y otra vez, defender a un hombre encarcelado durante años por el error de un policía…

Duros, agridulces y alguno premonitorio, como el del conductor que defendió Schirach por atropellar y matar a un tipo, que salía de su coche para asesinar a una mujer, los relatos que componen Culpa nos hacen valorar y temer la justicia en toda su envergadura, nos hacen participes de las luchas que se suceden en los juzgados a diario por parte de los abogados, los fiscales y los jueces, muchas veces contra las cuerdas y atados por unas leyes obsoletas, absurdas o demasiado recias. Pero también nos enseñan que no todo es blanco o negro, que no siempre la víctima es realmente una víctima de igual manera que un acusado con todas las pruebas en su contra, puede no ser culpable.

Fascinante también es la manera de narrar que tiene Schirach, su estilo es absolutamente neutro, desprovisto de cualquier juicio y sentimiento, una voz imparcial y fría, que no mecánica, que nos cuenta todo lo sucedido con una voz directa y sin florituras, sin apenas adjetivos, tan de moda últimamente, una voz que nos expone los hechos desnudos para que seamos nosotros quienes hagamos el ejercicio del juicio y de la reflexión.

Relatos duros y perturbadores, eso es un Culpa, pero sin llegar al regocijo y a la gratuidad de la que hacen gala muchas novelas últimamente, que más que contar historias parecen un catálogo de miserias y de violencia y sexo sin sentido. Schirach es ante todo respetuoso con el lector y solo escribe lo estrictamente necesario para entender el caso más allá del mero atestado judicial.

Desconocía a este abogado alemán descendiente de una de las figuras más terribles del oscuro reinado Hitleriano y, demonios, no será este el único libro que lea suyo.

Culpa
Ferdinand von Schirach
Ed. Salamandra 2012
153 páginas.

Una tierra más amable que el hogar, Wiley Cash

18/02/2016

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¨Sucedió al bajarla. La primera vez que la atacó le mordió justo debajo del ojo izquierdo, en el pómulo. Y cuando fue a quitársela de la cara le agarró la mano derecha, justo entre el pulgar y el índice, y se resistía a soltar. Molly chasqueaba a la serpiente como si fuera un látigo, pero la serpiente tenía demasiada fuerza.¨

Si pudiéramos mirar por las ventanas del pequeño templo de Riber Road en la pequeña Marshal Nord, en Carolina del Norte, durante el oficio del domingo por la mañana, o en el oficio de la tarde, seguramente veríamos a todo el mundo levantado y cantando, con los brazos en alto, los ojos cerrados y balanceándose como en estado de trance.

No es nada demasiado especial, se hace en muchas congregaciones. Pero Riber Road no es cualquier congregación, ésta la dirige con mano de hierro el pastor Carson Chambliss, un tipo nada convencional. Si consiguiéramos mirar por alguna de las ventanas, además de verlos cantar y alabar al señor, veríamos a Chambliss hacer alguno de sus números especiales. A veces coge una serpiente y se la da a un miembro de la congregación, el fiel creyente la levanta por encima de su cabeza y cierra los ojos mientras recita un mantra de oraciones. Otras veces los fieles son invitados a beber veneno. Algunos son semiasfixiados para acercarse a Dios. A veces hay fuego de por medio.

Carson Chambliss tiene unos métodos algo singulares para demostrar la fe de sus seguidores y los inescrutables caminos del señor. Eso lo saben los fieles a Riber Road y a Carson Chambliss, el resto solo lo saben de oídas, porque no hay ventana por la que mirar, el reverendo las ha tapado todas con papel de periódico.

Casi puede uno oír al bueno de Buddy Gay cantar su Done Got Old desde una de las polvorientas esquinas de Marshal Nord mientras las alabanzas al señor conviven con los granjeros que recogen sus cosechas de tabaco y las ponen a secar en sus graneros.

Las historias rurales, sureñas, ásperas y violentas me fascinan. Es algo extraño, siento una insólita adicción por esas historias tristes y llenas de perdedores, paletos y gente débil.

Un pueblo pequeño, una iglesia pequeña, un reverendo oscuro, frío y medio loco, dos hermanos pequeños, uno de ellos autista, un sheriff con un pasado doloroso, una familia dividida por la religión y una anciana ex profesora. La América profunda y rural de toda la vida.

Wiley Cash se ha marcado una novela que roza el White trash, una historia con casi todos los ingredientes de esa basura blanca que tanto nos gusta a algunos, pero que no llega a los límites de Harry Crews o de Donald Ray Pollock. Cash es más sutil y se podría decir que su novela es más rural, algo más Faulkneriana, menos exhibicionista que los chicos del White trash, más intimista.

Narrada a tres voces; la del niño Jessy Hall, la de la anciana Adelayde Lyle y la del sheriff Clem Barefield, la historia se construye a través de esas tres miradas bien diferenciadas que convergen siempre en un mismo personaje, Carson Chambliss. Como pilar absoluto de la comunidad y presencia directa o indirecta de estos tres personajes, el reverendo es la figura desencadenante que unirá las vidas de todos ellos, que entrelazará sus destinos y sus tragedias.

Aunque esto es una epopeya religiosa en toda regla, la novela no es una historia épica de abismos y oscuridad. Cash mantiene un tono íntimo y lirico, tranquilo, pausado, donde los personajes van contando sus visiones e impresiones de aquellos días; el tono infantil y a veces urgente de Jessy, la mirada preocupada y alarmada de Adelayle o la narración seria y meticulosa del sheriff Berfield. Poco a poco se ira gestando en la pequeña Marshal una situación que solo el tiempo había impedido que se repitiera, una situación que esta vez va a desencadenar una respuesta, y no pacifica precisamente.

Como un globo que se infla despacio y parsimoniosamente hasta que revienta, como una presa infantil hecha con pequeñas ramas y toneladas de ilusión que acaba desbordándose y llevándose todo el trabajo río abajo, así es Una tierra más amable que el hogar, la acumulación de rabia, de frustración, de desilusión, de fe ciega.

¨Al levantar la mano izquierda para protegerse de mí, vi que prácticamente había volado en pedazos, seguramente cuando intentaba cubrirse la cara y agacharse mientras B le disparaba a través del parabrisas. Tenía las mejillas y la frente acribilladas a perdigonazos.¨

El señor Cash no hace nada nuevo, desde luego, retratos de la América profunda hay unos cuantos. Pero demonios, una primera novela de este calibre merece ser descubierta, leída, recomendada y colocada en la estantería junto a la brutal El diablo a todas horas de Pollock o la oscurísima La pata del escarabajo de Hawkes.
Siruela dice que también editara This Dark Road to Mercy la segunda novela de Cash. Pues empecemos a contar los días señores.

Una tierra más amable que el hogar
Wiley Cash
Siruela Col. Nuevos Tiempos 2014
260 páginas.

Fría venganza, de Craig Johnson

07/02/2016

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Tengo un estúpido y molesto prejuicio con los nombres de los escritores, no lo puedo evitar. Es una chorrada enorme y no es nada interesante, pero por culpa de ese prejuicio me había perdido a un tío como Craig Johnson. Es que a mi Craig Johnson me recuerda a Craig David, me suena a pop adolescente, a thriller de aeropuerto.

Y por supuesto no es nada de todo eso. Hasta donde yo sé el señor Johnson no se dedica a la canción ligera y ya os digo ahora que sus novelas tienen poco de thriller de aeropuerto.

No leo westerns, a parte de Cormac McCarthy, mis incursiones en el género han sido en contadas ocasiones. Y eso que es un género que me llama mucho la atención y donde hay (me consta) muy buenas novelas.

Y entonces un día, alguien, en alguna parte, mencionó al sheriff Walt Longmire. Recuerdo que la palabra sheriff me llamó la atención y se me quedó grabada, y que un poco de mala gana (que así soy yo, hago las cosas de mala gana, no sé porque) busqué en la biblioteca al tío con nombre de cantante de Pop. Descubrí que el sheriff Longmire tenía una serie de novelas, de las que en España se han publicado cuatro de las doce que lleva escritas Johnson. Pocas, pero al menos en orden.

Me lleve el primero de la biblioteca intrigado por esa mezcla de western y noir que a todas luces tenía bastante buena pinta. Y a las pocas páginas me rendí al sheriff Longmire.

He de reconocer que llevaba unas cuantas lecturas infructuosas, poco interesantes, repetitivas y sosas, y que la calma y la tranquilidad que desprende Walt Longmire ha sido un bálsamo perfecto para aclararme y volver a retomar cosas. Entre ellas este blog.

Walt Longmire es el sheriff de Durant, un pequeño pueblo del condado de Absaroka, en el estado de Wyoming. A las afueras de Durant aparece muerto Cody Pritchard, uno de los cuatro chicos que un par de años antes violaron a una chica Cheyenne y salieron de ello con unas penas no demasiado duras.

No hay mucha más trama, un chaval muerto y un montón de sospechosos a los preguntar e investigar. Y es que a Johnson no le hace falta una trama compleja ni enredada para marcarse una muy buena novela; con Longmire , los paisajes de Durant y los secundarios que acompañan al sheriff tiene más que suficiente para hacernos felices.

Eso no quiere decir que la trama sea la parte menos importante de la novela, ya que en la historia hay mucho de la cultura de los indios Cheyenne por ejemplo. Así como mucha de esa cultura-devoción por las armas que hay por esa parte del sur de los Estados Unidos. La trama para mí es simplemente un poco secundaria.

Walt Longmire es un tipo tranquilo y reflexivo, lleva más de veinte años de sheriff y tiene un humor negro absolutamente excelente. Sabe reírse de sí mismo y le quita hierro a los asuntos más crudos. Es viudo y tiene esa carga melancólica de quien ha vivido mucho y ha sufrido aún más. Pero a diferencia de otros personajes tristes y al borde del abismo, Longmire es más un tipo resignado que le planta cara a los reveses y hasta se ríe de ellos.

Para mi Longmire ha sido un descubrimiento tremendo, aunque tiene similitudes con otros personajes que ya conocemos, Johnson le da un carácter bastante único y una personalidad muy marcada que nos hacen empatizar y amarlo con los ojos cerrados. Longmire es intuitivo y bastante cabezón, cuando se encuentra en una calle sin salida, vuelve al principio y repasa todas las piezas de nuevo.

Pero Longmire no sería nada sin sus secundarios; Henry oso en pie, un indio Cheyenne enorme y su mejor amigo, Victoria Moretti, alias Vic, su (joven y guapa) ayudante, la más mal hablada, borde y competente de todo el condado, Lucian el antiguo sheriff y amigo de Walt, un tipo violento y chapado a la antigua y Ruby, la recepcionista y secretaria de Walt, una mujer en los sesenta, directa, dura y sincera que cuestiona siempre al bueno del sheriff.

A estas alturas creo que ya queda claro que Fría venganza es una novela de personajes, una novela bastante intimista, oscura en muchos puntos, sobre todo los referentes al alma humana, pero luminosa en otros. La mezcla de ese soft western y noir funciona de manera excelente y creo firmemente que crea adicción. La novela no es ni rápida ni trepidante ni vertiginosa ni fresca, Fría venganza tiene un ritmo pausado, acorde con su protagonista, de largos silencios, de miradas al vacío y ensoñaciones Cheyenne. Y un final de esos que tanto me gustan, de los que te dejan un nudo de angustia en la garganta.

Hago hincapié en los afilados y cínicos diálogos que construye Johnson, una pequeña maravilla.

Fría venganza
Craig Johnson
Siruela 2012
408 páginas.

La profundidad del mar amarillo, Nic Pizzolatto

18/12/2015

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Me ha asaltado la estúpida idea de que Pizzolatto nunca ha querido ser escritor. De verdad. Lo he pensado mientras terminaba La profundidad del mar amarillo. Creo que estos relatos son una amalgama de los autores que han influenciado a Pizzolatto durante su vida. Que son una mezcla imposible de estilos y de influencias. He reconocido en ellos los ambientes y los personajes de James Lee Burke, la sequedad de Joe R. Lansdale o incluso la lírica de James Sallis. Y creo que Pizzolatto no iba (demasiado) en serio cuando los escribió.

Luego pienso que fue lo primero que escribió. Y luego me acuerdo de Galveston.

Así que lo que creo que ocurrió es que el bueno de Nic escribió algunos relatos, y unos cuantos de ellos fueron publicándose en revistas como The Missouri Review, Best American Mystery Stories o The Atlantic Oxford American. Y entonces él, o alguien de su entorno, pensó que sería buena idea reunirlos en una antología y publicarlos. Una antología a la que llamaron Between Here and the Yellow Sea.

Quizá los relatos de Pizzolato funcionen aislados, sueltos, en otro contexto, como parte de otra cosa; de una revista, entre otros textos, no sé. Pero reunidos ofrecen un conjunto extraño, cojo, inconexo, ésta profundidad del mar amarillo aprueba justo, con una media baja, no brilla. Para mi gusto hay demasiado de otros autores, estos relatos parecen escritos para uno mismo, como un juego.

La antología empieza floja, Pájaro fantasma y La vigilia de Amy son relatos a los que no les veo nada, nada de lo que espero en un relato, nada que haya despertado mi curiosidad, nada que me haya estimulado. El primero, sobre un guarda forestal que hace salto base en paracaídas, un tipo nocturno, con una vida ordenada y metódica. Un relato plagado de filosofía oriental que para mi gusto rompe el tono lírico que Pizzolatto, un poco forzado, quiere imprimir a la historia. El segundo, un amor del pasado que no se olvida y que se suple con un amor artificial, una chica embarazada, un tipo mayor que ella, todo muy adolescente y con una moralina un poco absurda.

1987, en las carreras podría ser un relato mejor si Pizzolatto no se empeñase en ser tan dramático. El relato de un tipo que es un perdedor nato, separado y que pierde los papeles de manera patética delante de una mujer que no está a su alcance es lo suficientemente interesante para remontar un poco el mal comienzo de la antología. Si todo eso lo ambientamos en un hipódromo y al tipo le ponemos un hijo adolescente que ve como su padre se hunde en el barro, tenemos un buen relato. Si Pizzolatto se hubiera ahorrado un poco de dramatismo y le hubiera imprimido un poco más de punch, el resultado sería aún mejor.

Dos orillas es uno de mis favoritos, ya está mucho mejor escrito, los personajes tienen más cuerpo y la historia tiene lo que le pedimos a un relato. El viejo Sur empieza a estar presente y se reconoce a Burke en algunos pasajes. Tanto es así que uno de los personajes clave de esta historia se apellida Robicheaux como el magnífico detective creado por el ya mencionado James Lee Burke.

La profundidad del mar amarillo, para mí el mejor relato de la antología, un relato magnífico, intimista, potente, triste y tremendamente conmovedor. Bob y su antiguo entrenador de futbol americano, emprenden un viaje desde Texas hasta California para secuestrar a la hija de éste último, huida de casa hace años y que en California se dedica al porno. El relato tiene un punto surrealista delicioso, pero al mismo tiempo destila tristeza por los cuatro costados. Los escenarios, los personajes, la suerte de road-movie que es todo él nos hace ver lo que más tarde se convertirá en Galveston.

El gremio de ladrones, mujeres extraviadas y Sunrise Palms, es otro de mis favoritos y, de nuevo, otro que bebe claramente de autores sureños. Poblados de caravanas, parias, mugre, tristeza, un tipo que no tiene nada en el mundo, soledad.

La plantilla y Tierra acosada vuelven a bajar el ritmo y la calidad de la antología. El primero es triste y de nuevo algo dramático, podría tener algo, pero la protagonista es algo insulsa. El segundo es, de nuevo, un relato de adolescentes, sobre dos adolescentes que se magrean y que nunca van más allá. Por si fuera poco hay una subtrama sobre la fiebre que invade a la gente del pueblo por esperar la llegada de los extraterrestres y que se pasan el día y la noche mirando el cielo. Un desproposito.

Nepal esta tan fuera de lugar, es tan aburrido y es tan largo, que lo mejor que podéis hacer es saltároslo.

Y cierran la antología Busca y captura y Tumbas de luz. El primero de ellos excelente, un relato negro sobre la soledad y la incomprensión, con un toque de humor pero de fondo triste y melancólico. El segundo un relato más sobrio, un relato sobre la pérdida y la obsesión, la soledad, el abandono, la vejez. Dos relatos bien escritos y sólidos que cierran una antología extraña y desigual.

Aun siendo esta antología lo primero que publicó Pizzolatto, creo que es bastante cuestionable la elección de los relatos. Son demasiado desiguales en calidad y a un lector medianamente exigente no le pasara por alto que el conjunto no funciona demasiado bien. A muchos relatos les falta profundidad, alma, punch.

Pizzolatto ha centrado su carrera en ser guionista y ha abandonado, de momento, la de escritor. Quizás no se sienta cómodo en ese papel y yo tenga razón, quizás su idea nunca fue la de ser escritor. Quién sabe.

La profundidad del mar amarillo
Nic Pizzolatto
Salamandra Black 2015
293 páginas.

 

La costilla de Adán, Antonio Manzini

28/11/2015

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Schiavone ha vuelto. Este magnífico e irreverente subjefe de la policía de Aosta vuelve con un nuevo caso. Vuelve con su mal humor, su melancolía, su acido humor negro y sus inseparables zapatos Clarcks.

Schiavone continua estando harto de Aosta. Del frío, la lluvia, la nieve, de la gente, de todo. Sigue con su escala de tocadas de cojones: odiando a niños gritones, a los edredones que se salen de su sitio y te dejan los pies fríos, odiando recibir regalos, asistir a bodas y sobre todo odiando encontrar un cadáver.

Así que cuando aparece una mujer colgada en su piso, el día de Schiavone se tuerce un poco. Y cuando descubre que hay cosas que no encajan con el escenario que tiene delante y que parece, parece, que es un asesinato, el día se le tuerce del todo. Y además tiene que hacerle un regalo a Nora. Mierda. Y para rematarlo todo, un antiguo colega de la comisaría de Roma lo llama para hablar de un asunto del pasado. Vamos, que todo mal.

La costilla de Adán, segunda entrega de la serie después de Pista negra, ya no le debe tanto a Montalbano, ya empieza a agrandar las bases que se plantaron en Pista negra y empieza a crecer por sí sola, con más personalidad, más recorrido, más profundidad.

Manzini perfila más a Schiavone, nos amplía su mundo, su vida, su pasado, nos da un personaje totalmente reconocible ya, un subjefe que ha venido para quedarse, para hacerse un hueco entre los demás comisarios, inspectores, sheriffs y detectives que pueblan nuestras estanterías. Y Schiavone no viene solo, trae un elenco igualmente bueno de secundarios, empezando por su mano derecha y joven promesa Italo Pierron, seguido de la guapa y eficaz Caterina Rispoli y no olvidemos al dúo de policías más torpe, incompetente y tronchante (con el permiso de Catarella) que ha dado la novela policíaca, Deruta y D’Intino.

Apetece volver una y otra vez a Aosta a ver qué demonios perturba la paz de nuestro querido subjefe, a ver de qué manera interpretara las leyes para su beneficio, a ver como se fuma ese porro mañanero que hace que las cosas funcionen. Apetece, apetece y apetece. Hasta he empezado a beber una copa de vino blanco cada vez que leo a Schiavone

Si Manzini no se tuerce y mantiene el ritmo ascendente que llevan sus novelas, está claro que disfrutaremos mucho de las aventuras de Rocco Schiavone que están por llegar. Manzini es una muestra clara de que se puede escribir sobre algo que parece agotado y manido y darle un nuevo y jugoso enfoque. Bien por el italiano.

La costilla de Adán
Antonio Manzini
Slamandra Black 2015
252 páginas.

A la deriva en el mar de las lluvias y otros relatos.

19/11/2015

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Aunque no suelo leer mucha ciencia ficción, cosa que estoy enmendando últimamente, y mucho menos reseñarla, cosa que también quiero empezar a cambiar, me resisto a dejar pasar la oportunidad de hablaros de A la deriva en el mar de las lluvias y otros relatos, la nueva y fantástica antología que acaba de publicar el inquieto Mariano Villareal. 

Por aquí apenas han pasado algunas antologías de Fata Libelli, un par de Prosa Inmortal y las chicas de Alucinadas, ya veis me queda mucho por hacer.

La poca ciencia ficción que he leído hasta el momento, y lo que me viene a la mente cuando se habla en general del género, me lleva siempre a su parte más tradicional, a sus tramas más características o populares en mayor o menor medida. A una ciencia ficción clásica y, aunque modernizada, con unos patrones muy similares.

Pero de un tiempo aquí los vientos están cambiando y, sobre todo en el relato, los esquemas clásicos han quedado caducos y muchos autores y autoras están abordando la ciencia ficción desde perspectivas nuevas y muy alejadas de los cánones que se llevan repitiendo décadas. Un ejemplo clarísimo de esta nueva ciencia ficción es esta antología, donde todos los relatos tienen un claro aire intimista y donde se tocan temas que van más allá del género, dejando a éste como un mero decorado donde transcurre la acción.

Como buen neófito de la ciencia ficción, no había leído a ninguno de los autores que Mariano ha reunido para esta antología, aunque si había oído hablar de alguno de ellos, como Ken Liu o Ted Chiang, que gozan de la admiración de muchos de mis amigos, lectores incansables de género.

La antología se abre con La señora astronauta de Marte, de Mary Robinette Kowal. Una pequeña maravilla, una historia íntima y personal narrada con una delicadeza exquisita. Este relato, que habla sobre la vejez y la enfermedad en un contexto tan lejano y desconocido como es el colectivo de los astronautas, es un ejemplo de lo que os hablaba antes, una historia absolutamente humana donde la ciencia ficción no es más que un pretexto, un escenario, una excusa. El relato, sobre una astronauta veterana en la reserva que anhela volver al espacio, me dejó fascinado por su sencillez y su empatía, por la manera de Robinette de tocar un tema tan delicado con tanta elegancia.

Me gustó tanto Robinette que me lancé a leer sus dos otros relatos traducidos al castellano: Por falta de un clavo y Cerbo un Vitra ujo. Los ha traducido Marcheto para su blog Cuentos para Algeron; blog que sigo y que voy leyendo a ratos. Quería hacerme una idea más amplia de como escribe Robinette, y la verdad es que estos dos relatos me han gustado muchísimo también, el primero es del estilo de La señora astronauta en Marte, un relato que habla de la enfermedad y la vejez. El segundo es mucho más duro y brutal. Pero no me extiendo más, no es el momento, ya hablare de ellos más adelante. Leedlos.

El segundo relato de la antología es Algoritmos para el amor de ken Liu, un autor al que me moría por leer y que no me ha decepcionado en absoluto. El relato trata sobre las IAs y de cómo nuestra percepción de las mismas puede desencadenar la pérdida del juicio y de la razón de ser. Un relato turbador, inteligentísimo, rico, lleno de matices y, de nuevo, íntimo y reflexivo.

Una vez más después de leer este relato de Ken Liu me pasé por la web de Marcheto y leí dos (de los tres) relatos traducidos por ella: Quedarse atrás y Error de bit único y mi asombro fue aún mayor al leer estos dos relatos, Liu es un narrador inteligente, perspicaz y exigente.

El tercer lugar es para Frigonovia, de Will McIntosh, un relato de esencia triste y melancólica donde McIntosh especula sobre la posibilidad de resucitar a personas fallecidas. La trampa es que en un primer momento solo se puede despertar la cabeza, y si consigues el dinero suficiente puedes resucitar el resto del cuerpo… Frigonovia es a ratos asfixiante, opresivo, habla de la diferencia de clases, del paso del tiempo, del amor. El planteamiento es muy bueno y da para mucho más, de hecho el autor desarrolló una novela a partir de este relato.

El cuarto relato es para Mike Resnick y su Regreso a casa. Resnick nos habla de un chico que decide hacerse xenobiólogo (y cambiar su aspecto físico…hasta no parecer humano) y abandonar la tierra y a sus padres para marcharse a otro planeta, desoyendo los deseos de su progenitor. Años después vuelve, pero las cosas han cambiado tanto, que la antipatía y el odio se han apoderado de su padre, que no entiende el motivo de su marcha. La madre del chico padece alzhéimer y su padre, absolutamente enamorado de su mujer, se dedica a cuidarla con una devoción exquisita. Un relato de relaciones humanas, con una tristeza palpable y envolvente.

Por tercera vez me fui al blog de Marcheto, esta vez a buscar un relato de Resnik, y encontré El Emporio de las Maravillas de Alastair Baffle, un relato diferente a Regreso a casa pero igualmente de muchísima calidad.

El siguiente relato es La verdad de los hechos, la verdad del corazón de Ted Chiang. La premisa del relato versa sobre la hipótesis de que los seres humanos llevemos instalados en el cuerpo unos pequeños gadgets que nos permitan gravar todo cuanto acontece en nuestras vidas, en todo momento y a todas horas y almacenarlo para siempre. La novedad es la aparición de un nuevo y rapidísimo software con el que podríamos buscar cualquier momento del pasado al instante, incluso sin llegar a mediar palabra, de manera que cualquier recuerdo olvidado sería recordado y expuesto al momento. Chiang analiza mediante el relato las consecuencias de una tecnología así en la sociedad, como cambiarían los roles en una familia, en una pareja, como quedaríamos expuestos a los demás, como dudaríamos de nuestros propios recuerdos. Un relato brillante y turbador que da bastante miedo.

Después de Chiang viene Si fueras un dinosaurio, amor mío de Rachel Swirsky, y reconozco que al empezar a leer este relato arrugué la nariz y fruncí mucho el ceño. Leía y pensaba ¿pero qué coño…? Y seguro que no he sido el único. Un relato en tono lírico, poético, que nada tiene ver con… ¿nada? Pues sí. Pero conforme avanza el relato cada vez importa menos como está escrito, porque toda tu atención está en lo que cuenta Swirsky; una historia triste y melancólica donde el amor lo es todo. La verdad es que aplaudo la valentía de Mariano por incluir este relato, con el paso de los días se ha convertido en uno de mis favoritos.

El penúltimo relato es para La Amaryllis de Carrie Vaughn, y aunque sé que estoy en minoría, es otro de mis relatos favoritos. La Amaryllis es un cuento de mar, un subgénero que me gusta mucho, así que por ahí me ha ganado media manga. El relato nos sitúa en un futuro muy parecido a nuestro presente en un pequeño pueblo pesquero. Hay escasez de alimentos y una de las maneras de ayudar a la comunidad es tener un barco y salir a pescar. Pocos pueden hacerlo, puesto que es un privilegio y a la vez un orgullo para quien lo hace. El relato narra una situación de venganza que viene del pasado, los deseos de ser madre, la gestión de una comunidad pequeña…es un relato que pasa rozando el género, un relato tranquilo y pausado.

Y por último tenemos a Ian Sales y a su novela corta A la deriva en el mar de las Lluvias. Sales nos sitúa en una base lunar, donde un grupo de astronautas han quedado abandonados después de estallar la tercera guerra mundial y que la tierra haya sido arrasada. Este último relato me pilló un poco por sorpresa, me esperaba algo así como una Space opera, por como empieza y por el planteamiento (y porque siempre espero lo esperado), pero Sales se marca un relato tirando a ciencia ficción dura, con muchas explicaciones técnicas y teorías que a mí por momentos me dejaban fuera de combate. Además reconozco que en un momento del relato me perdí un dato importante y no entendí la resolución de la trama, el quid de a donde regresar. De todas maneras me lo pasé bien con mis limitaciones y disfruté mucho.

Como veis, estamos ante una antología diferente y, a mi parecer, de factura excelente, con relatos muy variados que le dan al conjunto una riqueza y un dinamismo difícil de encontrar en otras antologías ya publicadas. Creo que Mariano ha hecho un trabajo excelente de selección y ha reunido un elenco de relatos no solo de mucha calidad (muchos de ellos premiados y los que no, finalistas), sino que además todos ellos convergen en algún punto de sus temáticas y van más allá del género propiamente dicho.

No quiero terminar sin felicitar a Pilar san Román, Carlos Pavón, Manuel de los Reyes y Diego de los Santos por su excelente trabajo de traducción en estos relatos, que me juego una oreja a que no ha tenido que ser tarea fácil. ¡Buen trabajo chicos!


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