…llevaba ya unas horas allí, mirando el suelo, sintiendo ese leve mareo que produce mirar desde las alturas a los que padecen de vértigo. No quería tirarse, eso lo tenia claro, pero no podía dejar de pensar en la sensación de caer al vacío desde tal altura, desde tal distancia, caer y caer y morir aplastado. No podía dejar de mirar desde la ventana, estaba hipnotizado, miraba los pequeños coches, las pequeñas figuras que parecían personas, los pequeños árboles, todo era observado desde la distancia, desde el deseo oculto, tapado, prohibido, fatal, de caer, de precipitarse y de sentir la muerte brutal, al impactar contra el suelo. Sentía miedo, un miedo extraño, un miedo primitivo, una mezcla de emociones que lo mantenían ahí quieto sin poder moverse, una fascinación por el pavor, una adicción al pánico, su cuerpo estaba bloqueado, no se movía, su cerebro paralizado, no respondía, sus manos aferradas a la barandilla, no se soltaban, que sencillo podía ser morir, solo hacia falta un paso, unos centímetros, solo un momento de valor, para dejar de ser.
Luego se vio, apoyado en la barandilla, mirando al suelo, se vio un segundo y luego desapareció, la imagen se borro de su cabeza, la borro de su cabeza, dio media vuelta y salio de la habitación, cerró la puerta y echo la llave, nunca podría entender como logro reunir suficiente valor su amigo, para saltar desde tan alto…