Archive for abril 2014

Un minuto antes de la oscuridad, de Ismael Martínez Biurrun

28/04/2014

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Tuve la enorme suerte hace unos meses –espoleado por Antonio Torrubia– de encontrar y leer un ejemplar de Rojo alma, negro sombra, una excelente novela que Ismael Martínez Biurrun publicó en 2008 con la editorial 451 ed. y que por desgracia permanece descatalogada y perdida.

No hice reseña de Rojo alma y no sé muy bien porqué, a veces sucede que no sé cómo enfrentarme a una novela después de leerla, me faltan medios, conocimiento, herramientas para contar como me gustaría lo que aquella novela me ha parecido. Rojo alma, negro sombra me encantó, me gustó muchísimo, el argumento me caló de lleno; la mezcla entre tristeza, desazón, resignación y la esperanza que se abre paso poco a poco, el toque tan sutil y abrumador de terror, el estilo maravilloso de cómo está narrada la historia, con una prosa rica y lírica, la trama, el ritmo, todo. Me pareció una novela redonda de principio a fin, espectacular.

Biurrun me había enseñado sus cartas y su manera de jugar, y yo me había dejado seducir del todo, a partir de ese momento iban a caer todos sus libros.

Cuando empecé Un minuto antes de la oscuridad intente hacer oídos sordos a cuantos avisos me llegaban -a veces por parte de amigos y otras por otros medios- sobre lo que les había parecido la novela, noté que las opiniones eran muy dispares y alejadas unas de otras y eso nunca es bueno; o la novela era extremadamente buena o hacía aguas por todas partes.

Biurrun nos sitúa en un Madrid muy diferente al actual, algunos lo llaman apocalíptico o pre-apocalíptico, lo que os guste más, la verdad es que el mundo se viene abajo, o al menos España qué es lo que el autor nos deja entrever. Madrid ha colapsado y se asfixia bajo la amenaza de unos grupos violentos que campan más allá de la M-30, las revueltas ciudadanas, la falta de seguridad, la escasa policía y la falta de una autoridad política han sumido a la ciudad en un pequeño caos. Todo lo que esté más allá de la M-30 es inseguro, la policía no patrulla, los suministros básicos apenas llegan –y los que llegan son boicoteados por los grupos violentos- , no hay cobertura de teléfono, no hay gasolina, no hay comida. Las urbanizaciones otrora de lujo ahora son ratoneras donde los violentos secuestran a los niños y matan a los adultos, cada vez más los vecinos abandonan y queman sus casas para huir a los refugios que se están organizando, Madrid los abandona a su suerte. Y están levantando un muro que rodea la ciudad.

En ese escenario Biurrun centra la trama en Ciro, un profesor de Historia moderna que da clases en la universidad -aunque la universidad es algo así como un reducto de cultura un tanto prostituido donde los alumnos apenas van a clase y pasan las horas en los jardines de los alrededores o conectados a la intranet de la biblioteca-. Ciro vive en una de las urbanizaciones ricas de antaño, más allá de la M-30, que ahora no es más que una trinchera donde resisten unas cuantas familias temiendo los ataques de los salvajes. Está casado y tiene un hijo de apenas dos años.

La trama nos plantea tres hilos argumentales; el primero es Ciro en su vida como profesor, en la universidad se cometen unos terribles asesinatos y Ciro, sin alumnos a los que enseñar, se tomara el descubrir al culpable como algo personal. El segundo argumento es Yonan, un personaje del que no os puedo apenas hablar pero que es otro de los protagonistas de la trama. Y el tercer hilo argumental es Sole, la mujer de Ciro, que se pasa los días sola y aterrada temiendo un ataque de los violentos.

Los tres hilos argumentales están perfectamente cohesionados, a veces convergen y otras van por separado y saltando de un escenario a otro. La atmosfera de la novela es oscura y fría, en ocasiones asfixiante, desalmada, triste. Es una novela triste por lo que cuenta, por los sucesos que narra –la trama de Soledad es la más dura- por el desarrollo, por el final, un final duro y aplastante. La mezcla de ciencia ficción y toques de terror funciona bien, pero la trama policial de la universidad es un poco floja y se soluciona de manera un tanto burda.

Un minuto antes de la oscuridad es una novela con una premisa buenísima, con un potencial increíble, pero creo que Biurrun no le ha sacado todo el jugo a la trama, a mí me ha faltado desarrollo en algunos hilos argumentales, me ha faltado profundidad en algunos temas, me temo que en comparación con Rojo alma, Un minuto se me ha hecho más plana y fría, más distante y menos intensa.

La narración de Un minuto es fría y distante, cosa que a mí no me convence, parece hecha con desgana, pero evidentemente puede ser cosa del autor, para transmitirnos ese desfallecimiento que se respira en Madrid, esa distancia moribunda que lo asola todo. Tampoco me ha gustado –y esto es absolutamente personal- que no se resuelvan muchas partes de la novela ni se nos diga el porqué de muchas otras, de la mayoría vaya, me gusta cerrar puertas, no me gusta dejar cabos sueltos, me gusta saber el porqué de las cosas, no me gusta vivir en la ignorancia y hacer suposiciones, pero eso es a mí, por supuesto.

Estoy seguro que hubiera disfrutado más de Un minuto antes de la oscuridad si las tramas hubiesen ido más allá, tengo la sensación de prisa en esta novela, de algo muy bueno que se queda en la superficie. Me ha faltado conexión con los personajes, redondez, limar asperezas.

Pero pese a todo me lo he pasado bien, me gusta Biurrun, y aunque aquí no he sentido lo que sentí con Rojo alma, el sello de identidad de Ismael está latente y se nota en los textos; en la dureza de la narración, en los recovecos de los personajes, en su psicología, Biurrun está ahí, es palpable, y esa impronta enluce la novela, pese a lo que a mí no me cuadra o no me gusta. La huella de un tipo como Ismael es más honda que cualquier otra cosa, que cualquier juicio. A veces está más latente, otras por desgracia no tanto. Pero está ahí.

Un minuto antes de la oscuridad

Ismael Martínez Biurrun

Fantascy 2014

314 páginas.

Faithful Place, de Tana French

24/04/2014

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Tana French rebotaba en mi cabeza desde hace tiempo, de un lado a otro, como algo importante que he olvidado, ahora aquí, ahora allí, un día me acuerdo de ella, al siguiente ya no. Esto me pasa más de lo que me gustaría.

Creo que no os lo he contado nunca, estoy enormemente enamorado de tres cosas, tres nimiedades que hacen que mí emocionante vida de clase media- baja tenga sentido; Irlanda, la cerveza Guinness y las mujeres rubias. Rubias, pelirrojas, con el pelo azul, verde, rojo, rosa. Y con muchos tatuajes.

Por eso un día me escape con un amigo a Irlanda. A la Guinness Store House. Y a ver focas. Y a beber en todos los pubs posibles hasta decir basta. Y allí la Guinness está más buena.

A santo de qué una confesión estúpida como esa, bueno, veamos, en Faithful Place se dan dos de esas pasiones; Irlanda, con toda su cultura, paisajes y sinergias y la cerveza Guinness, omnipresente en toda la novela.

Dos de tres. No está mal.

Por no hablar del simple gusto de leer a esta autora, de que es novela negra, de que está en Serie Negra, de que la trama me apetecía muchísimo, y de que salen chicas muy guapas. Pues a leerla se ha dicho. Soy bastante simplón, que queréis.

Frank Mackey y Rose Daly planean escaparse de casa juntos e irse a vivir a Inglaterra, acaban de llegar a la mayoría de edad y son novios en secreto desde hace algún tiempo. Viven en Faithful place, una calle de casas bajas en un barrio obrero del centro de Dublín. La noche del encuentro para huir y dejar atrás unas vidas llenas de vacío y sin futuro ha llegado, y en la cita, a las doce de la noche, está Frank que ha salido a hurtadillas de casa sin ser visto. Pero Rose no llega, no aparece, y las horas pasan, y no hay rastro de la chica y FrankFrank decide seguir su camino y huir sin ella, convencido de que la chica ha cambiado de opinión.

Y veinte años después Frank tiene la vida que fue a buscar, es inspector de policía, tiene una hija, y no ha vuelto a su casa en todo ese tiempo. Aunque el recuerdo de Rose sigue dentro de él. Por eso cuando alguien le llama y le dice que cerca de su antigua casa han encontrado una maleta vieja, que estaba escondida, su corazón se altera, pero cuando le dicen que todo parece indicar que es la maleta de Rose Daly, Frank Mackey se viene abajo, sabe que su pasado ha venido a morderle el culo, a pasar cuentas, sabe que ha llegado ese momento, lleva veinte años sin ver a su familia, y todo parece indicar que ha llegado el momento de encarar la situación.

Se me ocurre que Faithful Place es una novela de la Irlanda profunda, un poco; barrios obreros, lucha de clases, disputas familiares, vecinales, odio, resentimiento, amor, su toque de pasión religiosa. Lo tenemos todo. French crea una trama consistente, bien cimentada, que se desarrolla prácticamente sola, que rueda y que te lleva, con personajes muy bien definidos, mucho, la verdad es que eso me gusta, y con una historia llena de odio, de familias, de venganzas, French crea un microcosmos alrededor de la familia de Frank donde orbitan vecinos y conocidos, donde orbita el barrio, donde orbita el pasado, donde orbita Dublín.

Todo se mueve alrededor de la esa familia, ese es el eje principal, pero la trama tiene ramificaciones. Por un lado tenemos la principal, Frank con su familia a la que hace veinte años que no ve, con todo lo que supone eso. Tenemos un hilo sobre la investigación de esa maleta y sus consecuencias. Y tenemos un tercer hilo argumental con la vida que se ha construido Frank en la actualidad lejos de su familia. Por supuesto los tres argumentos convergen a lo largo de la novela de diferentes maneras hasta formar uno solo y principal.

French sabe retratar muy bien la sociedad irlandesa, sobre todo la de pocos recursos, la de los barrios obreros, la de los hombres que vuelven a casa hasta las cejas de pintas y descargan su frustración a golpes con los miembros de su familia, la de las dificultades para encontrar hasta un trabajo no cualificado con el que alimentar a los tuyos, la de las rencillas vecinales por un puesto en una próspera fabrica frustrado por cosas del pasado. French despliega toda la paleta de lugares y paisajes dublineses, sus ambientes oscuros y lluviosos, sus olores a malta cerca de la fábrica Guinness, sus olores a mar, a gasoil, a lluvia. Ambientes, sensaciones.

Tengo un problema con las novelas de género negro de más de trescientas-cuatrocientas páginas, me aburren, soy de los que creen que se puede contar una historia excelente en trescientas páginas. El resto es relleno. Faithful Place tiene casi seiscientas. Bien. Como viene siendo habitual volveré a contradecirme, Faithful Place tiene las páginas correctas que necesita la trama, creo que esta calibrada y yo le quitaría pocas páginas, muy pocas. Y aunque no soy amante de que los autores se alarguen tanto, reconozco que Frech ha sabido hacerlo de manera que el lector no tenga la sensación de estar en una travesía inacabable.

Tana French me ha gustado, lo suficiente para volver a ella de vez en cuando y visitar esa Irlanda que tanto echo de menos, su estilo es sencillo, claro y sin pretensiones y sus tramas son negras pero no oscuras, están lejos del hardboiled, no son demasiado escabrosas y sus muertos no hacen apartar la vista. Está dentro de la zona de confort.

Faithful Place

Tana French

RBA Serie Negra 2013

544 páginas.

Invasores de Mundos – Crónicas del Cosmos vol. 1 VVAA

20/04/2014

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¨Ojalá pudieran vernos ahora. Mónica transformada en un vegetal, Matt y Linda compartiendo tetera con una criatura marciana de aspecto grotesco, que consiguió separar al grupo para siempre, y yo convertido en un maldito alcohólico que combate el aburrimiento metiéndose por el culo rollos hechos con gasas sanitarias, empapadas en alcohol isopoprílico. ¨

Pequeñas antologías Pulp en formato de revista, el otro día comentaba que me gustaban mucho -no recuerdo si aquí o en otra parte- este tipo de iniciativas, antologías como Presencia Humana, Prosa Inmortal o la presente Invasores de Mundos, formatos que rezuman Pulp, llenos de relatos extraños, historias de ciencia ficción, de terror, misterio…

No recuerdo muy bien como descubrí Invasores de Mundos, creo que llegue a ella por un tuit perdido, pero en cuanto la mire con calma la compré, de hecho, la pillé en pre-venta. De los cuatro nombres protagonistas de la antología, Darío Vilas, Javier Martos, Álvaro de la Riba y Tony Jiménez, sólo había leído a Vilas en su genial El hombre que no sacrificaba a las gallinas viejas, que me gustó tanto que para mí la antología ya merecía una buena lectura.

La premisa de la antología es clara, relatos en torno a seres invasores, extraterrestres, vengan de donde vengan y sin importar sus intenciones. Aunque claro, lo más probable es que sean malas, si no esto no seria divertido…

La antología consta de cuatro relatos, uno por escritor, y es cortita, 128 páginas que leeréis de una sentada. Los cuatro relatos son muy diferentes entre sí, cada uno con su originalidad y su ritmo, cada uno con su sello de identidad. La verdad es que los he disfrutado muchísimo, cada uno a su nivel, cada uno con su descarga de adrenalina, porque eso sí, se suelta adrenalina, cada uno con su misterio, con su ambiente, con sus malos.

La antología se abre con un prólogo de Luis Rueda que nos pone un poco en situación de por dónde van a ir los tiros, un prólogo que nos habla de la cifi clásica, la más Pulp, que es un poco por donde tira esta antología.

El primer relato, La pena y la nada bajo un cielo color caramelo de Darío Vilas es de los más potentes, si no el más, un relato oscuro y asfixiante, con una ambientación excelente que hace que se te pongan los pelos de punta y te recorra un sudor frío por la espalda, un relato cien por cien de la factoría Vilas. La pena y la nada nos cuenta el hipotético destino que pueden sufrir los primeros pobladores de Marte, unos pobladores elegidos entre miles en un sorteo y lanzados al espacio como pioneros de algo más que la colonización del planeta rojo. Allí vivirán en unos módulos de los que no podrán salir más que para dar unos cortos paseos; dos hombres, dos mujeres y el resto de sus vidas. Me esperaba un buen relato –Darío tiene un estilo directo y duro, contundente de los que me gustan (y mucho)- y me he encontrado un relato excelente, con una fuerza aplastante, con una ambientación asfixiante, oscura, turbadora, una historia demoledora de soledad y aislamiento. Expectativas superadas.

Sigue la antología con ¿Nosotros o ellos? De Javier Martos, un relato de formato y ambientación más clásica, de desarrollo más lineal, o eso me ha parecido a mí, vaya. Una pareja y sus tres hijos se esconden en una cabaña en el bosque para huir de una invasión alienígena que está asolando su ciudad, allí intentaran aguantar todo lo posible o enfrentarse –si se diera el caso- a los invasores. Un relato más sencillo para mi gusto, bien escrito y bastante pulpero, pero no por ello flojo o malo, simplemente diferente, con su toque de misterio y de incertidumbre y de final épico…

Halley de Álvaro de la Riva me sorprendió, no me lo esperaba, después de dos relatos –uno oscuro y el otro más bien de acción-, Riva nos propone un relato intimista y reflexivo, con toques filosóficos, un relato tranquilo, pausado, con un poso eso sí, potente. Un tipo y su fiel compañero, un perro, esperan en una cabaña al borde de un lago, el paso del cometa Halley. Esperan grandes cosas del cometa, lo llevan esperando toda su vida. No puedo contar más sin desvelar la trama. Un relato como digo tranquilo, con un final potente que te deja pensativo, un muy buen relato que contrasta con el resto de sus compañeros de antología. Para bien.

Y por último nos enfrentamos a Lo que escupió el cielo de Toni Jiménez. Y digo nos enfrentamos porque este es otro relato potentísimo y lleno de acción y bastante oscuro. Y a quien nos enfrentamos es a uno de sus protagonistas, un mocoso que la quiere liar bien gorda. En un pequeño pueblo de Estados Unidos, apacible y tranquilo, cae sin previo aviso una extraña piedra en el patio del colegio. Una piedra que enseguida capta la atención de alguno de los alumnos y de una de sus profesoras, una piedra que destila misterio y que hipnotiza con su presencia. Lo que escupió el cielo me ha gustado muchísimo, en la línea del relato de Darío, a mí me gusta lo duro y sangriento y este relato lo tiene a raudales, es un relato deudor del cine de serie B, de los relatos más Pulp, un relato lleno de guiños a películas de terror de los ochenta, un relato lleno de mala leche y con un final de esos de no-puede-ser que me ha encantado. Sangre, vísceras y extraterrestres.

Como veis los cuatro relatos son bien diferentes, forman una antología con un punto en común pero visto desde puntos de vista muy diferentes -y lo veréis más claro si leéis los relatos-. Yo he disfrutado mucho de los cuatro -un poco más de los más bestias- pero es que yo soy un pelín bruto. Es curioso que los relatos que abren y cierran la antología sean los más duros, los que llevan las tintas más cargadas, mientras que los otros dos son más bien pausados, es un planteamiento que no le va nada mal a la antología.

Esperamos que la pequeña editorial Corazón literario se anime a sacar el segundo volumen de Crónicas del Cosmos y podamos pasárnoslo tan increíblemente bien como con este primer volumen. En sus manos queda, que si es por mí, que lo saquen ya.

Si queréis comprar este Invasores de Mundos podéis hacerlo aquí.

 

Invasores de Mundos Crónicas del cosmos vol. 1
Ed. Corazón literario 2014
128 páginas

 

Trilogía de Southern Reach

09/04/2014

Para hacer la espera más amena hasta el 6 de mayo, día en que se pone a la venta Aniquilación, el primero de los tres volúmenes de la Trilogía de Southern Reach de Jeff Vandeermer, los chicos de Destino se han descolgado con el este book trailer bastante prometedor…

Hay ganas, hay muchas GANAS.

 

El hombre sin rostro, solvencia científica, narrativa y aventurera.

08/04/2014

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Cuando sea mayor quiero escribir una novela -al menos una – en que se mezclen la ciencia, la aventura y el misterio. Como esas aventuras que escribía H.G.Wells que nos mantienen pegados a sus páginas. O Como esas aventuras de Julio Verne que nos excitan los sentidos y nos hacen volar la imaginación. O como esos misterios que escribía Arthur Conan Doyle y que nos hacen devorar páginas mientras un escalofrío nos recorre el cuerpo intentando saber quién hizo qué. Quiero una mezcla, quiero conseguirlo todo en una sola historia.

Me gustaría que uno de los protagonistas fuera un científico, uno de los mejores en Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, un tipo despistado, al que le gustaran mucho los dulces, que hubiera consagrado su vida a la investigación, un tipo un poco arrogante pero simpático, como un Papa Noel increíblemente listo y que a veces corrige a todo el mundo ¡Y con un mayordomo vampírico!, de doscientos años, servicial, callado y oscuro ¡Sí! Y que tuviera una hija, una hija igual de inteligente que él, no, más, insultantemente lista y esta sí, arrogante de una manera altanera y fría, como si el resto del mundo fuera algo con lo que tuviera que convivir porque no le queda otro remedio, y que fuera increíblemente guapa, delgada, con unos ojos en los que perderse y dar vueltas y vueltas sin remedio. Y que le gustara el boxeo, por qué no, y que no fuera consciente de su belleza, de su atracción.

Y pondría un protagonista más, un periodista, un chico joven, un novato que ha logrado su puesto por una sucesión de casualidades y que quiere demostrar a toda la redacción –que se ríe de él- que es uno más, que tiene el ADN necesario para ser un reportero de los mejores, que tiene agallas. Me gustaría ponerlos a los tres juntos por ejemplo a resolver un misterio relacionado con la ciencia, algo que incluyera a otros compañeros de mi eminente científico, algo relacionado con sus pasados, alguna investigación secreta, oscura, que ponga en jaque sus vidas, es más, que algunos de ellos estuvieran siendo asesinados, uno a uno y que nuestro querido científico fuera uno de los siguientes.

Y para darle un toque romántico lo ambientaría en un Madrid de 1908, con ese toque sepia y esa niebla tan Victoriana, con esa mezcla de coches de caballos y los primeros bólidos a motor, como los Mercedes Simplex de ocho válvulas –y haría que la hija del profesor condujera uno a toda velocidad para disgusto de mi joven periodista-. Podría basar parte de la acción en el Museo de Historia Natural de Madrid, tan grande, tan silencioso, tan enigmático, lleno de esqueletos de dinosaurios, de animales disecados, de esos cuerpos extraños bañados en formol, de minerales, de geodas, todo iluminado con lámparas de gas, con esos grandes ventanales, los pasillos enormes, incluso podría escenificar un asesinato en una de las salas…

Y le daría a la novela un tono de ironía, de humor negro, con escenas divertidas y llenas de desparpajo, intentaría hacerla compacta y escribirla con una prosa fuerte, dinámica, con toques científicos pero sin apabullar al lector, buscaría el equilibrio perfecto entre una buena e interesante historia y una historia entretenida divertida y misteriosa, la mezcla podría ser espectacular, si, dinámica, llena de aventuras, pero sosegada y escrita con fruición, inteligente, alejada del Pulp, pero cercana y con un toque gamberro…

Me gustaría hacerlo, incluso tengo el nombre para esa novela, se llamará El hombre sin rostro, es un nombre perfecto, no puede ser otro.

Mezclar ciencia y misterio, asesinatos, aventuras, viajes, mujeres al volante de bólidos, periodistas miedosos, y un Madrid de 1908, podría ser algo así como misterio, aventuras y ciencias puras, que me decís ¿Os gusta la idea?

Y podrá empezar…

En mitad de la noche, el único sonido que recorría las galerías del Museo de Historia Natural era los pasos de un hombre que huía. Para no extraviarse en la inmensidad de las salas, el hombre debía detenerse boqueando, aproximarse a la pared con el fin de encontrar la rodela del gas, aplicar la cerilla y aguardar un poco hasta que la oscuridad volvía a convertirse en vitrinas, aparatos y láminas…

Jagannath, de Karin Tidbeck

01/04/2014

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Me sucede pocas veces que un libro me deje sin saber qué decir de él, no saber por dónde entrar.

Jagannath me ha dejado prácticamente sin palabras. Un poco con cara de bobo. Más de la que tengo. Pero con una gran sensación de gozo. De…de…satisfacción.

Jagannath me ha entusiasmado y ha superado mis expectativas, pero pasa que no sé cómo definirlo. Las reseñas que leo de Jagannath lo tratan de extraño, raro, y es una definición del todo acertada, los relatos de este libro son sin duda extraños y raros, alguno perturbador, pero al mismo tiempo son tiernos y delicados, hay relatos con toques mágicos que brillan como una luciérnaga en un mundo oscuro, hay otros tristes, pero sin la tristeza desamparante de la tragedia, hay otros simplemente extraños o indefinibles que rozan el horror, los hay íntimos e introspectivos, poéticos o melancólicos.

Pero si hay algo que la mayoría de ellos comparte es que son en gran medida inquietantes.

No sé de qué dota Tidbeck a sus relatos, esa es la dificultad al describirlos, pero parece que emanan una calidez en la que nos sentimos seguros, en la que el miedo es algo que se supone, o que lo extraño se da por hecho, pero que no se teme, es como si paseáramos por la galería de los horrores protegidos por un grueso cristal que impide que alguna de esas bestias nos inflijan algún daño.

Son los hechos cotidianos que se vuelven fantásticos o extraños a nuestro alrededor, son pequeñas cosas que se salen de lo común y viajan de nuestro imaginario a la realidad.

Ya el primer relato, Beatrice, nos da muestra del extraño imaginario de Tidbeck. Un hombre que se enamora de un pequeño dirigible, que lo venera, le habla, lo cuida, establece una relación con la máquina. Pero no es el único. Hay en el relato una mujer que también se enamora de un objeto mecánico, una bomba de vapor. Éste es un relato con un marcado aire Steampunk pero con toques fantásticos, empieza siendo muy tierno para virar a un final más bien oscuro.

No es el único relato oscuro, hay bastantes más. Como Rebecka, donde una adolescente intenta una y otra vez suicidarse sin éxito, tal cual y tan crudo como frustrante, ni pastillas -que vienen seguidas de un oportuno vómito – ni lanzarse al metro – donde el maquinista para el convoy metros antes iluminado por una ocurrente intuición- . Además de su llamada al todopoderoso para finar su vida, nuestra adolescente atormentada requiere la ayuda de su mejor amiga que, ante los desaguisados y la sospecha de los falsos intentos, no le queda otra que ayudar a su amiga una y otra vez a limpiar las escenas de los intentos de sangre, vómitos y demás desatinos. Un relato turbador y lleno de humor negro.

¨Vine a parar aquí porque era la única amiga de Rebecka. Yo era la que venía a limpiar después de sus intentos de suicidio desganados: la sangre de los cortes superficiales de las muñecas, los vómitos de vozka mezclado con tranquis, ganchos de lámparas y marcos de puertas que habían cedido bajo su peso.¨

O ¿Quién es Arvd Pekon?, uno de mis relatos favoritos, un relato con tintes fantásticos donde un teleoperador contesta llamadas de abonados haciéndose pasar por las personas con las que éstos quieren hablar, un relato –este si- extraño, a medio camino entre un relato de posesión, costumbrista o mágico. Y con un final totalmente desconcertante.

Oscuros y extraños y perturbadores e incluso truculentos son Tías y Augusta Prima, dos relatos conectados por un mundo extraño donde el tiempo no corre y donde –en el primero- la premisa de tres mujeres es engordar hasta morir para luego ser canibalizadas por sus sucesoras y así una y otra vez, y en el segundo, Augusta Prima es un ser que vive en ese mundo sin tiempo, donde las normas de conducta son inexistentes, donde el libre albedrío, la violencia o el sexo son comunes, pero… ¿qué pasa si en ese vacío temporal alguien encuentra un reloj?

Los hay que rayan la normalidad, como Cartas a Ove Linström – otro de los que más me ha gustado-, es pura narrativa, primera persona y epistolar. El relato son las cartas que Viveka le escribe a su padre que ha muerto recientemente, cartas donde le cuenta más el presente que el pasado, más lo que está sintiendo con su perdida que lo que ha sentido durante años de separación. Es un relato triste, evocador, íntimo, una pequeña maravilla sobre la relación padre-hijo, sobre las oportunidades de la vida, sobre los perdedores.

Un relato que es buen ejemplo de esos donde la realidad se mezcla con la ficción, donde no se sabe qué es cierto y qué no, donde no sabemos si estamos ante un hecho real o parte de un sueño es El complejo de vacaciones de Brita, donde el escenario es un pequeño camping de doce bungalows cerrado por temporada baja, y donde una joven escritora ha ido a pasar unas vacaciones en busca de la inspiración. Una vez allí y pasados unos días, nuestra escritora tiene sueños extraños que coinciden con la crecida de una raras plantas al borde de los bungalows de las que cuelgan unos bulbos blanquecinos. Al poco, una extraña familia numerosa ocupa todas las casetas e invitan a nuestra protagonista a una gran fiesta…

Hay más relatos, como Pyret, una suerte de ensayo-relato sobre seres fantásticos que se mimetizan entre los animales, unos seres que adoptan la forma de animales comunes y traen la suerte y la abundancia de allá donde aparecen, o Mermelada de mora ártica y La señorita Nyberg y yo dos relatos con la maternidad como tema común, una maternidad entendida desde el punto fantástico y en ningún caso algo convencional o La montaña de los renos que es el más folclórico de todos los relatos y el que nos habla de los vittra, unas personas o seres que bajan de las montañas para vivir entre nosotros, para ser uno más de nosotros, un relato también íntimo, donde dos niñas son las protagonistas y en el que las decisiones tienen un peso más que crucial.

Y por último y cerrando la antología esta Jagannah, relato que bebe directamente de la ciencia ficción, un relato excelente que se hace increíblemente corto y del que bien saldría una buena novela. Un relato que choca con el resto, que rompe con la globalidad de la antología y que nos muestra que Tidbeck es capaz de dominar cualquier género que se proponga. Un gran ser –Madre– entre humano y mecánico alberga en su interior otros seres que en perfecta comunión con ella viven y hacen vivir a Madre, de ella se alimentan y a ella hacen vivir. Una simbiosis extraña y cruda que Tidbeck apenas esboza y que nos deja con una sensación de desolación tremenda.

¨Dentro, iluminado de un suave color rojo, estaba en cerebro de Madre: un espacio muy pequeño inundado de cables que se metían por la carne. Las paredes palpitaban con un pulso lento.¨

Cuando uno lee el conjunto de relatos, establece rápido las conexiones entre la mayoría de ellos; sobre la pérdida, la familia, la vida, el paso del tiempo, todos están finamente conectados, sutilmente unidos por escenarios, personajes, situaciones o acciones, son al fin y al cabio un todo dividido en pequeñas porciones, en pequeñas escenas que nos muestran el mundo o los mundos que habita karin Tidbeck, su potencial, su extrañeza, sus ganas de salirse de lo habitual, de ir contra corriente, de escribir lo que le gusta sin etiquetarse, sin ser parte de nada más que de ella misma, de hacer su voluntad y reivindicarse.

Con una prosa en apariencia sencilla pero experta, donde cada palabra es la exacta, con una fuerza narrativa escandalosa escondida bajo un lirismo y una suavidad deliciosos, y donde la sensibilidad del texto hace irremediable la conexión íntima con sus protagonistas, Tidbeck nos ofrece unos relatos sorprendentes, diferentes, increíblemente originales, extraños, intensos, unas historias a veces terribles y desgarradoras, otras dulces e íntimas, un conjunto ecuánime y redondo, que fluye sin darnos cuenta entre seres diminutos, máquinas de vapor, hombres abejorro, mundos paralelos, extraños oficios y un montón de fantásticas e inexplicables cosas más.

 

Jagannath

Karin Tidbeck

Sello Fábulas de Albión, Ed. Nevsky Prospects 2014

166 páginas.

 

 

 

 

 


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