Archive for octubre 2008

Ledesma y los libros

26/10/2008
Fantástica crónica de Francisco Gonzalez Ledesma, la que publicaba el sábado El País, en torno a los libros…
Cuenta Josep Pla que en los años veinte del pasado siglo trabajaba en un periódico cuya redacción estaba situada en pleno Barrio Chino, del que precisamente fue concejal otro periodista, Joaquín Ventalló, (Ventalló, a sus 90 años, me confesó que volvía a ser chiquillo, porque como la familia le vigilaba para que no fumase, él fumaba en el excusado). Como es natural, la redacción estaba sitiada por señoritas de la calle que quizá no estaban llenas de belleza, pero estaban llenas de esperanza. Cuando los redactores no sabían que título dar a una noticia (titular es un arte más difícil de lo que parece) salían a la calle y preguntaban a las señoritas. Dice la fama que ellas acertaban siempre, quizá porque leían los periódicos, conocían la calle y hablaban con muchos hombres vivos, ya que los muertos tienen mala memoria.
Los periodistas de allá, e incluso los de más acá, se pateaban la ciudad. Leían muchísimo y amaban la noche, las conversaciones a gritos, los cafés donde aún se les guardaba el sitio a los difuntos y las broncas de la mujer cuando llegaban tarde a casa. El gran Ibáñez Escofet, inmenso lector y persistente chafardero, decía que el periodista que no lea y no sienta curiosidad por todo debe cambiar urgentemente de oficio, y tal vez así gane además algún dinero. En el capítulo de los grandes lectores ha habido figuras ilustres, que merecerían ser diputados, si no del Congreso, al menos de su biblioteca.

Néstor Luján tenía la casa materialmente llena de libros, incluso en los pasillos, y hay quien lleva su elogio a decir que hasta los guardaba en el cuarto de baño. Famoso crítico gastronómico, para escribir con más conocimiento de causa se casó con una cocinera. Otro cardenal del oficio es el periodista Josep Maria Cadena, tan amante de los libros que se casó con una librera de viejo. Así, al margen del amor que sentían por sus esposas, los dos grandes periodistas no perdían tiempo. En este sentido, yo he calumniado alguna vez a Cadena, y dejado escrito que Cadena lo ha leído todo, excepto -tal vez- su propia esquela. Aunque quizá le deje pequeño aquel histórico patricio con la casa tan llena de libros que un día la santa esposa le dio un ultimátum: «Los libros o yo». Y él contestó: «Los libros». No se sabe quién se quedó el piso, o si tuvieron los dos una custodia compartida.
Sin haber llegado a tal trance, inútil será decirles a ustedes que yo amo los libros y las viejas redacciones, aunque ahora ya no estén rodeadas por señoras de la calle sino por inspectores de Hacienda y disidentes de Esquerra Republicana. Soy asiduo de las librerías y otros lugares de perdición, cosa sabida desde los tiempos del Senyor Esteve, y me emociono en las librerías de viejo, para mí la corona de las fiestas de la Mercè. El gran periodista Sempronio dijo en uno de sus pregones que el libro viejo tiene más dignidad que los otros porque es el libro leído, el que ha cumplido de verdad su misión de libro y -al contrario que muchos de nosotros- morirán en paz.
Después de esta lista de pecados ajenos, permítanme explicarles un pecado personal: me aterroriza pensar que no podré leer ni los libros que ya poseo, y sé que a muchos amigos les pasa lo mismo, pero nunca se corregirán y, por lo tanto, sus vidas ya están marcadas por el destino. Y eso me movió a escribir una de mis historias del tronado policía Méndez, que ama los libros viejos ya que no puede amar a las mujeres jóvenes. Un día, un amigo le dijo al malvado Méndez que cuando llegara a la conclusión de que no podía leer más libros se suicidaría. El malvado Méndez le dio una pistola sin marcar para hacerle más fácil la cosa, ya que le comprendía muy bien. Pasados seis meses volvió a encontrar a su amigo. «Veo que no te has suicidado», le dijo Méndez. «Al contrario -le contestó el otro- ¿Sabes lo que hice? Me vendí la pistola para comprarme otro lote de libros».
Otra confesión vergonzosa: el primer préstamo que pedí de niño fue para comprarme un libro. Aún no lo he devuelto, y con esto de la crisis tengo una excusa cojonuda.
FRANCESC GONZÁLEZ LEDESMA 25/10/2008

Impresiones en tiza (II)

25/10/2008
…aún sabiendo que algunos quizas se declaren en huelga.

Usted ha repetido varias veces la palabra “cosa” –dijo Gregorovius-.

No es elegante, pero en cambio muestra muy bien lo que le pasa a Horacio.
Una víctima de la cosidad, es evidente.

– ¿Qué es la cosidad? –dijo la Maga
– La cosidad es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo. Lamento usar un lenguaje abstracto y casi alegórico, pero quiero decir que Oliveira es patológicamente sensible a la mposición de lo que lo rodea, del mundo en que se vive, de lo que le ha tocado en suerte, para decirlo amablemente. En una palabra, le revienta la circunstancia. Más brevemente, le duele el mundo. Usted lo ha sospechado, Lucía, y con una inocencia deliciosa imagina que Oliveira sería más feliz en cualquiera de las Arcadias de bolsillo que fabrican las madame Léonie de este mundo, sin hablar de mi madre la de Odessa. Porque usted no se habrá creído lo de los ananás, supongo.

– Ni lo de las escupideras –dijo la Maga. Es difícil de
creer.

cap.17

Montecarlo

23/10/2008
En el portal ya se notaba que fuera hacia frío, se encendió un cigarrillo, abrió la puerta y salio. Al principio no sabia adonde ir, y se dejaba llevar por sus pasos, realmente hacia una mañana fría, debería haber cogido la bufanda. Después de andar 20 minutos sin rumbo, se le ocurrió ir a ver a su viejo amigo Leonard, que a esa hora ya debería de estar sentado en el banco de siempre, mirando el curso del río. Leonard se sentaba en ese banco a ver el río desde hacia 10 años, como a el le gustaba decir, todos somos salmones intentando remontar el río de la vida. El caso es que a Antón se le había muerto reciente mente su mujer, Maria y después de tantos años, pues no se acostumbraba a estar solo. Cuando llegó, encontró a su amigo mirando fijamente al agua:
-hola Antón hace frío esta mañana verdad
-Si, ya lo creo se te hielan los huesos
-Anoche soñé que comía ostras Antón que debe significar?
-La verdad, no lo se Leo
-Antes siempre soñaba cosas bonitas Antón, soñaba que éramos jóvenes y corríamos por la calle Carral, persiguiendo a Naisa para pedirle un beso…
-Eso lo hacíamos de jovenzuelos Leo confundes los recuerdos con los sueños…
-Quizá, pero antes los sueños eran mejores, ahora solo sueño cosas que nunca se que significan…
Después de eso ninguno volvió a hablar durante un rato, se quedaron callados, Antón mirando al suelo, encerrado en sus pensamientos y Leonard de nuevo mirando el sucio río.
Cuando el silencio empezaba a hacerse incomodo Antón se levantó y dijo:
-Marcho ya Leo creo que iré a visitar a Maria.
Su amigo no dijo nada se limito a asentir con la cabeza y siguió con los ojos clavados en el río.

Antón se dispuso a andar hacia el cementerio, pero antes saco del bolsillo interior de la americana su libreta roja y apunto: ¨ La edad avanza y no siempre en dirección correcta, la desdicha se palpa en cada palabra ¨ luego la guardo otra vez en el bolsillo y empezó su camino.
Tardo exactamente 18 minutos en llegar a la puerta del cementerio municipal, y solo 2 minutos en localizar el sepulcro de Maria, siempre limpio y con rosas frescas, las favoritas de Maria. Una vez allí, encendió otro cigarrillo y se dispuso a hablar con su esposa.
-Hola Maria querida, que tal las cosas por ahí abajo? Todo en orden? seguro que si, por aquí las cosas no han cambiado, sigo sin poder ver a Rosa no quiere verme, pero el otro día vi a Pablo el pequeño y me dio recuerdos para ti el pobre , Rosa sigue sin decirles a los niños que te has ido y como yo no puedo… bueno da igual. Me han devuelto el manuscrito otra vez, según dicen mi historia no interesa lo suficiente, porque no cuenta nada en concreto, pero que les pasa a esta gente? Es que no saben valorar Maria no saben!!! La verdad a este paso moriré y no habré conseguido publicar ni un triste relato, bueno si contamos el pequeño poema de 1950, si me han publicado uno, pero tengo cientos y mucho mejores que aquel dios mío que les pasa!! Desde que no estas es cuesta arriba, el camino se ha llenado de piedras, y yo me siento descalzo y sin fuerzas para esquivarlas… te quiero, lo sabes, un beso.

Con esas palabras se despidió de su esposa, lanzo una última mirada al sepulcro y se marcho todavía más triste de lo que había llegado. Solo tardo 12 minutos en llegar a su siguiente destino, el estanco, se había fumado su último cigarrillo en el cementerio y no soportaba la idea de andar sin tabaco, -Buenos días un paquete de Luckie Strike por favor- la dependienta lo miro con reproche, como si un anciano no tuviera derecho a fumar esa marca, le dio la espalda un segundo y seguidamente le tendió un paquete de sus cigarrillos favoritos. Al salir del estanco, y antes de decidir a donde ir, saco de nuevo la libreta roja del bolsillo interior de su americana y apunto: ¨ El odio nos vuelve prepotentes y la prepotencia inalcanzables la soledad es cuestión de tiempo ¨ guardo su libreta y comenzó a andar calle arriba, llevaba 20 años viviendo en ese barrio, 20 años oliendo ese barrio, y ahora le parecía del todo desconocido, giro a la izquierda por la calle donde 2 años atrás habían matado a ese chico, el hijo de la Lourdes, al parecer un ajuste de cuentas, Antón no lo conocía personalmente, pero lo vio desde pequeño correr por el barrio, y le dio mucha pena, torció esta vez a la derecha y bajo por la rambla hasta la playa, la playa y su agua y su arena.
Encendió su tercer cigarrillo de la mañana sentado en medio de la playa desierta, sintiendo el frío en cada parte de su cuerpo, le temblaban ligeramente las piernas y apenas sentía la nariz, pero se sentía un poco mejor, ya no estaba tan triste y es que la playa siempre había actuado en Antón como un curativo, como un bálsamo milagroso que le curaba todas las penas y las tristezas. Por eso desde que Maria faltaba, acudía casi a diario y sin darse cuenta a esa playa milagrosa, los pies le conducían sin el ordenárselo a ese pedazo de terreno santo donde ningún mal es terrible y donde la inmensidad del océano hace minúsculo cualquier pensamiento. Cuando se levanto no savia el tiempo que había pasado, aunque daba igual, nadie lo estaría esperando. Esta vez no subió por la rambla, si no que caminó paralelo a la playa, por el paseo, se pregunto las veces que el y Maria habían paseado por el mismo sitio donde el se encontraba ahora, seguramente cientos, ahora ya daba igual estaba solo. 23 minutos de paseo y llego donde nadie lo esperaba, el viejo bar de Julio, llevaba años acudiendo cada tarde a jugar al domino, desde el día en que Maria murió no había vuelto. Entro cabizbajo, sin ganas, se acerco penosamente a la barra y se dejo caer en un taburete, Julio, el dueño, lo miraba sin decir nada, como quien se encuentra con un conocido del que no sabes de que hablar. Antón levanto la vista y ante la mirada de perplejidad de Julio dijo – todavía no se que demonios ago aquí, así que no me mires con esa cara, yo estoy tan sorprendido como tu-. Julio lo miro con desden y se fue a la otra punta de la barra, Antón saco de nuevo su libreta y escribió ¨ las hormigas rodearon la rama y siguieron su camino, indiferentes a la belleza que las rodea, inquilinos invisibles de la naturaleza muerta ¨. Se quedo unos minutos mirando lo que había escrito, -quizá nunca nadie logre entender lo que escribo- pensó con tristeza, luego sin mas, se levanto y sin mirar a nadie salio del bar, preguntándose por que había entrado. Los niños quieren ser mayores y cuando uno es mayor, desea ser niño; Antón deseaba volver a ser aquel niño que al salir de clase, se escapaba a la librería de la calle Francia, para el, la mejor de todas, donde el señor Fernando le dejaba pasar toda la tarde hojeando, leyendo y rebuscando, entre los libros. Metido en los recuerdos, Antón llego al final del paseo y encendió su cuarto cigarrillo, se detuvo un momento y miro a su alrededor, nunca había llegado tan lejos con Maria, siguió calle arriba y torció a la derecha, estaba lejos de casa, tendría que volver en autobús.

Impresiones en tiza

17/10/2008

…esas pequeñas partes que se nos clavan como agujas.

Cuántas veces me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos.
Rayuela cap 73

Por encima o por debajo Big Bill Broonzy empezó a salmodiar See, see, rider, como siempre todo convergía desde dimensiones inconciliables, un grotesco collage que había que ajustar con vodka y categorías kantianas, esos tranquilizantes contra cualquier coagulación demasiado brusca de la realidad. O, como casi siempre, cerrar los ojos y volverse atrás, al mundo algodonoso de cualquier otra noche escogida atentamente de entre la baraja abierta. See, see, rider, cantaba Big Bill, otro muerto, see what you have done.
Rayuela cap 14


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