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Una tierra más amable que el hogar, Wiley Cash

18/02/2016

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¨Sucedió al bajarla. La primera vez que la atacó le mordió justo debajo del ojo izquierdo, en el pómulo. Y cuando fue a quitársela de la cara le agarró la mano derecha, justo entre el pulgar y el índice, y se resistía a soltar. Molly chasqueaba a la serpiente como si fuera un látigo, pero la serpiente tenía demasiada fuerza.¨

Si pudiéramos mirar por las ventanas del pequeño templo de Riber Road en la pequeña Marshal Nord, en Carolina del Norte, durante el oficio del domingo por la mañana, o en el oficio de la tarde, seguramente veríamos a todo el mundo levantado y cantando, con los brazos en alto, los ojos cerrados y balanceándose como en estado de trance.

No es nada demasiado especial, se hace en muchas congregaciones. Pero Riber Road no es cualquier congregación, ésta la dirige con mano de hierro el pastor Carson Chambliss, un tipo nada convencional. Si consiguiéramos mirar por alguna de las ventanas, además de verlos cantar y alabar al señor, veríamos a Chambliss hacer alguno de sus números especiales. A veces coge una serpiente y se la da a un miembro de la congregación, el fiel creyente la levanta por encima de su cabeza y cierra los ojos mientras recita un mantra de oraciones. Otras veces los fieles son invitados a beber veneno. Algunos son semiasfixiados para acercarse a Dios. A veces hay fuego de por medio.

Carson Chambliss tiene unos métodos algo singulares para demostrar la fe de sus seguidores y los inescrutables caminos del señor. Eso lo saben los fieles a Riber Road y a Carson Chambliss, el resto solo lo saben de oídas, porque no hay ventana por la que mirar, el reverendo las ha tapado todas con papel de periódico.

Casi puede uno oír al bueno de Buddy Gay cantar su Done Got Old desde una de las polvorientas esquinas de Marshal Nord mientras las alabanzas al señor conviven con los granjeros que recogen sus cosechas de tabaco y las ponen a secar en sus graneros.

Las historias rurales, sureñas, ásperas y violentas me fascinan. Es algo extraño, siento una insólita adicción por esas historias tristes y llenas de perdedores, paletos y gente débil.

Un pueblo pequeño, una iglesia pequeña, un reverendo oscuro, frío y medio loco, dos hermanos pequeños, uno de ellos autista, un sheriff con un pasado doloroso, una familia dividida por la religión y una anciana ex profesora. La América profunda y rural de toda la vida.

Wiley Cash se ha marcado una novela que roza el White trash, una historia con casi todos los ingredientes de esa basura blanca que tanto nos gusta a algunos, pero que no llega a los límites de Harry Crews o de Donald Ray Pollock. Cash es más sutil y se podría decir que su novela es más rural, algo más Faulkneriana, menos exhibicionista que los chicos del White trash, más intimista.

Narrada a tres voces; la del niño Jessy Hall, la de la anciana Adelayde Lyle y la del sheriff Clem Barefield, la historia se construye a través de esas tres miradas bien diferenciadas que convergen siempre en un mismo personaje, Carson Chambliss. Como pilar absoluto de la comunidad y presencia directa o indirecta de estos tres personajes, el reverendo es la figura desencadenante que unirá las vidas de todos ellos, que entrelazará sus destinos y sus tragedias.

Aunque esto es una epopeya religiosa en toda regla, la novela no es una historia épica de abismos y oscuridad. Cash mantiene un tono íntimo y lirico, tranquilo, pausado, donde los personajes van contando sus visiones e impresiones de aquellos días; el tono infantil y a veces urgente de Jessy, la mirada preocupada y alarmada de Adelayle o la narración seria y meticulosa del sheriff Berfield. Poco a poco se ira gestando en la pequeña Marshal una situación que solo el tiempo había impedido que se repitiera, una situación que esta vez va a desencadenar una respuesta, y no pacifica precisamente.

Como un globo que se infla despacio y parsimoniosamente hasta que revienta, como una presa infantil hecha con pequeñas ramas y toneladas de ilusión que acaba desbordándose y llevándose todo el trabajo río abajo, así es Una tierra más amable que el hogar, la acumulación de rabia, de frustración, de desilusión, de fe ciega.

¨Al levantar la mano izquierda para protegerse de mí, vi que prácticamente había volado en pedazos, seguramente cuando intentaba cubrirse la cara y agacharse mientras B le disparaba a través del parabrisas. Tenía las mejillas y la frente acribilladas a perdigonazos.¨

El señor Cash no hace nada nuevo, desde luego, retratos de la América profunda hay unos cuantos. Pero demonios, una primera novela de este calibre merece ser descubierta, leída, recomendada y colocada en la estantería junto a la brutal El diablo a todas horas de Pollock o la oscurísima La pata del escarabajo de Hawkes.
Siruela dice que también editara This Dark Road to Mercy la segunda novela de Cash. Pues empecemos a contar los días señores.

Una tierra más amable que el hogar
Wiley Cash
Siruela Col. Nuevos Tiempos 2014
260 páginas.