Archive for junio 2015

Pronto será de noche, de Jesús Cañadas

30/06/2015

Pronto-ser---de-noche-Portada

Llevo unas semanas leyendo novelas de algunos escritores que yo creía que tenían una voz muy propia. Muy clara. Un estilo personal. Todo eso. Y me estoy dando de bruces (en esas novelas) con que han cambiado de registro tan ricamente, con mucha alegría. Y me están gustando muy mucho. Las novelas, los estilos. No es que tenga nada en contra de que un escritor cambie de registro, de voz, de estilo, de género o de ropa interior. Todo lo contrario, me encanta.

La cosa es que me sorprende porque en ninguno de estos casos iba avisado, y bueno, ha sido una sorpresa. Con Jesús Cañadas me ha pasado un poco así, que algo sabía pero no, que se decía por ahí que el de Cádiz había cambiado después de Los nombres muertos. Que iba en plan salvaje. Muy loco. Incluso se decía que al leer Pronto será de noche te explotaba la cabeza.

Y un poco sí.

Aunque para ser francos (y chulear un poco) diré que yo ya le vi el potencial maléfico a Cañadas en dos relatos que le leí el año pasado. O el anterior. El primero fue Dejad que los niños se acerquen incluido en el Presencia Humana nº1, un relato turbador y oscuro que manda huevos. El segundo (y donde me enamoré muy locamente de Jesús) fue El niño, el muerto y el Lobo, incluido en Ácronos antología Steampunk Vol.1 Un relatazo violento y oscuro que me dejó con los pantalones en lo tobillos y con más ganas de este Cañadas con tintes foscos.

Así que un poco advertido iba.

Total. Que el Cañadas aventurero, divertido, pastichero, Lovecrafiano y pulpero que era en Los nombres muertos, se ha metamorfoseado en un Jesús (y valga la ironía) oscuro, violento, brutal y maquiavélico en este Pronto será de noche. Un poco (bastante) como el Cañadas de los relatos, pero en formato largo. El cambio de registro de una novela a otra es absoluto, demoledor, tajante. Por no hablar del tono de esta última, absolutamente oscuro y apocalíptico. Y si con la anterior  novela disfruté, con esta no os quiero ni contar.

El escenario de la novela ya me parece tremendo, un atasco. Un atasco infinito. Los coches apenas avanzan unos kilómetros a poca velocidad una vez al día. Con suerte. Todo el mundo huye. De algo que no sabemos. Todo el mundo huye. También de sí mismos. Durante el día hay peleas, gritos, sol, calor, carencias. No hay comida. No hay agua. No hay nada. Imaginad estar en vuestro coche un día entero, dos, tres, dormir en él, vivir en él. Rodeado de extraños. Con algo que se acerca desde atrás. Algo malo.

Y si la falta de agua, de comida, las peleas, las carencias, la falta de higiene, de tus seres queridos, de tabaco, de droga, no fuera suficiente, sabed que al caer la noche alguien morirá. Porque hay un asesino a pocos coches de distancia. Y en cuanto cae la noche, sale a pasear.

Ambientar una novela en un atasco me parece tan arriesgado como genial, un atasco puede parecer a priori un escenario bastante aburrido. Pero si se hace bien, si se consigue hostigar al lector, darle caña, es un escenario tremendo. Y en eso Jesús cumple totalmente. Toda la ambientación de la novela es excelente, sin paliativos, Cañadas le imprime al atasco una oscuridad, una sensación de asfixia (¡al aire libre!), de cosa primitiva, una sensación de final, de muerte lenta, que se filtra al lector en cada párrafo, en cada diálogo. Es hermosamente agotador.

Y en ese oscuro panorama, Cañadas le ofrece al lector una trama sencilla pero llena de matices, llena de lecturas, llena de huevos de pascua. Una trama absoluta (el fin de todo y de todos) saturada de pequeñas grietas, de pequeñas historias. Terribles, misteriosas, tristes, dolorosas, corrientes, feroces. Pequeñas grietas, vidas, que veremos en un escenario brutal, colocadas ahí, como una suerte de último juego macabro, huir sin huir, correr sin avanzar.

¿Qué hacer ante el fin de todo? ¿Qué reacción es la correcta? ¿Cuáles son los impulsos reales del ser humano? ¿Y del individuo? ¿Qué hacer cuando ni la muerte de otro importa? ¿Seguir adelante? ¿Abandonar?

Un taxista barrigón, tosco y bruto, una embarazada, una cincuentona borde y desconfiada, un hippy misterioso, una profesora y sus cincuenta y tres alumnos de apenas 7 años, un viejo que siempre conserva la calma, un (ex) yonqui, un escritor cocainómano ….

Y Samuel. Que quiere descubrir quién está matando a los otros conductores.

¨A su alrededor hay personas que rezan, que follan, que se arrepienten, que lloran y que meditan y que corren y que aúllan porque ya no queda tiempo para esperar el final, porque el final ya está aquí, porque el fin del mundo pasa cada vez que alguien se muere, porque están rodeados de miles de fines del mundo, porque lo que hagas ahora será lo último que hagas, porque esto es lo que pasa cuando el mundo se acaba.¨

Pronto será de noche
Jesús Cañadas
Ed. Valdemar, colección Insomnia. 2015
253 páginas.

Una infancia: Biografía de un lugar. Harry Crews.

25/06/2015

PORTADA FINAL UNA INFANCIA

¨Extendí el brazo y me palpé una mano con la otra y la sensación fue la de tocar un guante húmedo. Quiero decir que la piel de la parte superior de la muñeca y de la palma de mi mano, junto a las uñas, se me habían desprendido y se habían caído al suelo. Podía ver mis uñas en el pequeño charco escurridizo que había formado mi carne en el suelo.¨

Harry Crews acabó, con seis años, dentro de un caldero de agua hirviendo. Su madre estaba calentando agua en la parte de atrás de la casa para meter dentro un cerdo y así poder quitarle el duro pelo de manera fácil y rápida. Crews estaba jugando con sus amigos a un juego llamado el látigo. Crews salió disparado, voló y aterrizó dentro del agua hirviendo. Se quemó vivo.

Se quemó todo el cuerpo menos la cabeza, que no llegó a sumergir en el agua. Hasta los quince años lució cicatrices.

Me sabía esa historia antes de leer Una infancia: biografía de un lugar, como también sabía la del catálogo de Sears. No recuerdo donde las he leído u oído, pero ya me eran familiares. Después de leer Cuerpo me leí todas las entrevistas y vi todos los videos que encontré sobre Crews. Y conocer exactamente como casi muere sumergido en agua hirviendo no lo ha hecho menos brutal, ni hermoso.

Esta Biografía que nos cuenta Crews, que abarca desde mucho antes de su nacimiento, hasta los veintiún años, es una crónica espectacular sobre los años veinte, treinta y ya menos sobre los cuarenta en el sur de los Estados Unidos. Granjeros brutos, alcohólicos, rudos y maltratadores, economía deprimida, falta de valores, embrutecimiento, creencias atávicas. Un lienzo que Crews va describiendo desde antes de nacer él y durante toda su infancia y adolescencia. El papel de los negros en esa sociedad, los juegos infantiles, la pubertad y las mujeres, la pobreza extrema, la incultura.

¨Por entonces yo aún no había oído hablar de los vagones de ganado de Hitler, pero cuando pienso en aquel viaje suelo recordarlo con esa imagen. Gente rendida y machacada salvajemente por largos años de arañar una tierra ya agotada antes de que hubiesen nacido.¨

El panorama ahora nos puede parecer desolador; vidas tristes siempre al límite económicamente, moralmente y anímicamente, pero en aquellos años, era la norma de los que no tenían apenas nada. En una ocasión Crews, su hermano y su madre, vivían en una habitación alquilada, su madre se había marchado de casa después de que su segundo marido le disparara con una escopeta y casi la matara por unos pocos centímetros. El dueño de la habitación desahucio a la familia argumentando que la iba a echar abajo para construir otro edificio más seguro. En realidad los echó porque otra familia le hizo una oferta por la habitación un dólar más ventajoso. Un dólar. No había lugar para la moral ni la pena en el sur de los años treinta.

En otra ocasión, con apenas siete años, Crews convenció a un carnicero para que le diera trabajo en su tienda. En su primer día, apareció un hombre muy nervioso que le pidió a Crews un cuchillo. El hombre sin mediar palabra se clavó el cuchillo en el pecho y poco a poco, golpecito a golpecito, lo fue hundiendo ante la atenta mirada de un Crews de siete años que no podía dejar de decirle al hombre que eso que estaba haciendo era ilegal, que no podía clavarse un cuchillo. El hombre se clavó el cuchillo hasta el mango y murió ante la mirada atónita del niño.

Hay decenas de pasajes donde Crews cuenta auténticas barbaridades que para la época eran absolutamente normales, como que no era normal que los granjeros pegaran a sus mujeres, pero en cambio era bastante normal que les disparasen. Una infancia es un poco atroz, como Crews, pero no llega a lo oscuro de El cantante de góspel ni tiene la acidez de Cuerpo. Esta biografía es un libro extraño, un poco hipnótico en ocasiones, un poco frío en otras, algo insustancial en algún pasaje. No tiene la fuerza de sus otros libros, aunque conserva el aura de la narrativa de Crews.

Aunque, a diferencia de sus novelas de ficción, Una infancia es tan real como el propio Crews, tan literal como él recuerda, y tan cruda como ocurrió. A mí me ha recordado un poco a Steinbeck y sus novelas de la depresión, pero sin la magia de la picaresca de las que impregnaba sus historias.

Espero con ganas otra traducción por parte de Acuarela, porque de este tío hay que traducirlo absolutamente todo.

Una infancia: biografía de un lugar.
Harry Crews.
Acuarela-Antonio Machado 2014
236 páginas.

La lunática del castillo, de J.P. Manchette

01/06/2015

manchette

¨Mientras la guarnición lo protegía de los chorros de sangre, Thompson agitó vigorosamente la empuñadura, y el corazón del homosexual quedó cortado en dos o más pedazos. La víctima abrió la boca y sufrió un solo espasmo.¨

Hace unos meses, alentado por Alexis Ravelo, leí mi primer libro de Jean-Patrick Manchette, Fatal. Me habían hablado muy bien de Manchette, pero Fatal no me pareció una novela demasiado impresionante. Me gustó, es una novela corta con mucho ritmo, violenta y un tanto extraña, pero me faltaba algo, me faltaba eso de lo que me hablaron Ravelo y Víctor del Árbol en el pasado Collbató negra entre cigarrillos y resguardados de una tremenda tormenta bajo un porche helado.

En el prólogo de Fatal, Andreu Martín (otro al que hacerle caso en todo), habla de que la primera vez que leyó a Manchette fue con la novela La lunática en el castillo, la primera novela que se publicó en España del autor allá por 1975. Martín se quedó fascinado con Manchette después de leer esa novela, así que pensé que no perdía nada si buscaba La lunática en el castillo y probaba a ver si el efecto era el mismo en mí.

Encontré una edición de la editorial Laia de 1975 con traducción de Lluís M. Todó (que me ha parecido muy buena y que no ha envejecido nada mal) pero para cuando me llegó, mis ganas de leer a Manchette habían menguado en proporción de lo que había crecido mi pila de novedades por leer.

Pero éste sábado pasado, en medio de días extraños y muy pocas ganas de leer, repasando, manoseando y ordenando la pila de libros por leer, una y otra vez, me he encontrado con esta novela de Manchette en la mano. Con una punzada de tristeza por haberlo dado por perdido, me he sentado a ojear el libro de nuevo, y ya no me he levantado hasta terminarlo.

Ha sido fascinante, absolutamente fascinante, una lectura obsesiva, algo que hacía tiempo que no me sucedía, una de esas lecturas que se te meten dentro y te aceleran el pulso, de las que hacen que las horas se esfumen sin darte cuenta, de esas lecturas en las que no permites que nada se interponga, en las que el mal humor asoma si alguien se acerca si quera a un metro con intención de hablarte, de pedirte, de distraerte.

A Manchette se le engloba en la corriente conductista, un tipo de narración en la que solo importan los hechos, los actos y el comportamiento, dejando de lado los sentimientos y los estados de ánimo de los personajes. La lunática en el castillo es un claro ejemplo de este tipo de novela, ya que sus personajes están exentos de cualquier sensación más allá del cansancio, la ira o el dolor. Mirado desde fuera, el conductismo o behaviorismo puede parecer frío o extraño, pero plasmado en una novela negra es tremendamente eficaz, dotando a la narración de una fuerza, ritmo y violencia increíbles y dejándola libre de un sentimentalismo que muchas veces lastra la trama de manera irrecuperable.

La lunática en el castillo es sencilla, no tiene una trama intrincada, ni decenas de personajes, ni quiere ser la mejor novela negra de la década. Hartog, un hombre millonario y de carácter seco y distante, contrata a Julie para que le haga de niñera, el millonario ha quedado a cargo de su sobrino después de la muerte de los padres de éste. Al mismo tiempo conocemos a Thompson (guiño, guiño) un violento y frío asesino a sueldo al que le han encargado cierto trabajo que ará que las vidas de Hartog, Julie, Thompson y el pequeño Peter converjan en caminos no demasiado satisfactorios para alguno de ellos.

Lo que me ha seducido de esta novela, de Manchette, es su manera de escribir, su manera de narrar (parca, seca, fría), su manera de construir la trama; alejándose de lo convencional y apoyándose en la acción, en los diálogos, en lo que está sucediendo, y dejando la novela desnuda de cualquier cosa insustancial o innecesaria. Lejos de ser una historia superflua, Manchette logra crear una magnífica novela, así como unos personajes increíbles con apenas unas pinceladas. Por no hablar de la violencia que destila y la potencia visual de sus imágenes.

No hace mucho, leí que Manchette concibió Fatal como una novela experimental y que no era para él una novela de temática negra. Eso me deja mucho más tranquilo.

Manchette ganó con esta novela el Grand prix de littérature policière en 1973, era la tercera novela que escribía.

La lunática en el castillo
J.P. Manchette
Laia 1975
195 páginas.


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